La resolución de la segunda sala del Tribunal de Disciplina de la ANFP otorgó la razón a Ñublense y Audax Italiano en la reclamación contra Cobreloa por la presencia de Alejandro Hisis en la banca loína en el partido frente a Huachipato. Hasta las 19:00 horas de ayer no conocíamos el fallo, pero sí el resultado: 3-2, modificándose la sentencia de primera instancia, que de manera estrecha (4-3) no aceptaba la solicitud de los reclamantes.
A los tribunales les corresponde aplicar la norma, evaluar agravantes y atenuantes, interpretarla cuando corresponda, pero por ningún motivo crearla o desconocerla en razón de las consecuencias que puede traer su aplicación. Porque al leer el fallo de la primera sala, la sensación es que los jueces que desestimaron el planteamiento de los chillanejos buscaron evitar que una sanción administrativa acarreara un desenlace tan brutal como el descenso de Cobreloa a Primera B. Argumentaron bien, pero el artículo 53, N° 1 es contundente y el error de los dirigentes calameños resulta inexcusable y feroz por su conclusión.
En la edición de abril de "Sangre Naranja", publicación oficial del club calameño, se sostiene que Alejandro Hisis se incorpora como asistente del entrenador Marco Antonio Figueroa. En la misma revista explican que el ex volante, por haber sido ayudante de Ivo Basay en Ñublense durante el actual Clausura, no podía sentarse en la banca. El voto de minoría de la primera sala recoge este antecedente. No logró ser refutado.
Se va Cobreloa a Primera B. Nunca había bajado el club que vino a remecer el fútbol chileno en 1977. Desde 1980 terminó con la hegemonía de los grandes de Santiago y se convirtió en protagonista habitual de la Copa Libertadores. Pero hizo algo mucho mayor el cuadro que forjaron Andrés Prieto y Vicente Cantatore. Representó a una generación, a los que hoy tenemos más de 40 y no estábamos dispuestos a ser hinchas de los conjuntos con mayor adhesión popular. Nos podía gustar el equipo de la ciudad, pero como a todo cabro chico, aspirábamos a ganar. Y Cobreloa trajo triunfos a los que no seguíamos a Colo Colo, la U o la Católica.
Simbolizó la rebelión del provinciano, del habitante del norte marginado y olvidado. Cuando los vuelos en avión eran escasos, cuando los viajes en bus duraban 20 horas, cuando Telenorte no pudo transmitir el Mundial de España 82 en cadena con Canal 13, porque TVN lo impidió, ese cuadro naranja nos hacía sentirnos orgullosos.
Si además jugaba bien al fútbol, con referentes como Mario Soto, Nelson Pedetti, Eduardo Gómez, Víctor Merello, Washington Olivera, Jorge Siviero, Juan Carlos Letelier, Eduardo Jiménez, Armando Alarcón, Héctor Puebla, Enzo Escobar, Hugo Tabilo, sumándose después cracks como Marcelo Trobbiani, era lógico que concitara hinchas.
En esta columna, hace menos de un año, apuntamos a la decadencia de Cobreloa. Un grupo de dirigentes de escaso nivel atrapó el club y pasó la retroexcavadora sobre los pensantes y responsables. Es terrible bajar porque te quitan tres puntos en un tribunal, pero la realidad es que si Cobreloa hubiera cumplido una campaña medianamente decente -ni siquiera cercana a las que demanda su historia- no estaría en esta circunstancia. Porque no olvidemos que se baja por dos temporadas, cuatro campeonatos cortos, 68 partidos.
La postal del momento institucional la ofreció Sebastián Vivaldi, el presidente de la comisión de fútbol. De manera destemplada y termocéfala, embistió contra los tribunales del fútbol y las normas que los clubes aprobaron. Acusó contubernios y fue xenófobo al referirse a dirigentes de la ANFP, Ñublense e integrantes del Tribunal de Disciplina. El directorio y/o los clubes deben denunciarlo al Tribunal de Honor. Se le podría aplicar la ley antidiscriminación. Eso queda en la justicia ordinaria. El fútbol, por su sanidad, debe expulsarlo.