Señor Director:

Muchos claman por la restitución de esta materia en la enseñanza media, atribuyéndole míticas propiedades de solución a los problemas de nuestra sociedad. Es como tapar el sol con un dedo. Mal no hará, pero tampoco será la pomada universal para nuestra corrosión moral.

Hoy, en muchos liceos, la enseñanza de disciplinas afines, tales como ciencias sociales o historia, es soporífera, frontal, y descontextualizada, de modo que los estudiantes se ponen unos iPhone en los oídos y dejan al profesor recitar unas lecciones que les importan un bledo.

Cerca de la mitad de los estudiantes llega a Media sin comprender lo que lee, y además "no están ni ahí" con lo que se les enseña, como producto de métodos pedagógicos más propios del siglo XIX que del XXI. Escucharán con escaso interés la forma en que se eligen o deben elegir parlamentarios en los cuales ya dejaron de creer o respetar.

La verdadera educación cívica es la que se debiera aprender en el Jardín y la Básica: respeto por los demás, empatía, colaboración, trabajo en equipo, preocupación por los demás y por la propia escuela. Si eso se logra, entonces un cursillo de educación cívica que explique nuestros asuntos constitucionales podría ayudar.

Si, además, comenzamos a realizar innovaciones radicales en los métodos pedagógicos, en que los estudiantes trabajan en equipo en torno a proyectos integrados, en que los profesores son sus " coach " y no sus "instructores", en que los verdaderos protagonistas de las aulas son los alumnos, entonces se podrían realizar maravillosos proyectos que integren la ciencia política, la educación cívica, el lenguaje y la historia.

Habría que preguntarse si estos nuevos enfoques se discuten en las universidades... o si se sigue educando a los futuros profesores en los métodos pedagógicos del siglo XIX.

Mario Waissbluth
Educación 2020