Hubo una época en que los chilenos pasábamos la tarde entera viendo a otros chilenos bailar, en blanco y negro, y a un animador sonriente premiándolos con mantas de Poncho Lindo. Desde entonces, las cosas han cambiado bastante. El desafío de "La fiesta de Chile", cuyo debut promedió anoche 11,3 puntos de rating quedando en el tercer lugar, es remozar una idea que viene desde los orígenes de nuestra televisión masiva.
Ese objetivo no es del todo logrado, pese a contar con una potente orquesta de música en vivo, una estupenda y muy contagiosa selección de temas, y un grupo de gente dispuesta a dejar la vida en la pista. Los minutos de baile general pueden hacerse largos para quien está mirando desde la cama. Es como ir a un matrimonio sin pareja y quedarse en la mesa.
Afortunadamente, esos momentos son matizados por los diálogos de los participantes con Rafael Araneda, quien demuestra ser un digno sucesor de Don Francisco en el arte de sacar la chispa de la gente común. También se revela un interesante trabajo de casting porque, tal como lo hizo Canal 13 en "MasterChef", aquí vemos a chilenos y chilenas reales: a la cuarentona guapa emparejada con un joven de 20 y tantos, a la enfermera de la UCI que sale a bailar para desestresarse, a la nana que le saca el jugo al fin de semana.
Otros momentos entretenidos son los duelos de eliminación, porque entonces el televidente puede tomar partido por una de las dos parejas y cruzar los dedos para que el jurado coincida con su gusto. En este programa, los jueces -Jhendelyn Núñez, Paul "Flaco" Vázquez y Andrés Caniulef- no saben nada de técnicas de baile, pero anoche demostraron bastante sentido común a la hora de elegir a los danzarines más dotados y carismáticos.