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Cartas
Sábado 18 de abril de 2015
Ciudadanos perderán con la reforma
Señor Director:
La reforma laboral del Gobierno merece mucho análisis y discusión para conjugar la protección y promoción de los trabajadores sindicalizados con los derechos del resto de los trabajadores y de la sociedad. Entre los puntos a discutir está el siguiente: para la reforma, la negociación laboral es entre dos partes, el empleador y el sindicato. Entonces, fortalecer el poder negociador de los trabajadores suena atractivo. Pero eso olvida que esa negociación afecta también a los ciudadanos y consumidores.
Pensemos, por ejemplo, en el caso de la huelga. Hoy hay huelga, pero no paralización de la empresa porque el empleador, asumiendo requisitos y costos, puede reemplazar a los trabajadores en huelga. Así la huelga representa un grave problema para la empresa, pero como esta sigue funcionando, los ciudadanos son poco afectados.
La reforma prohíbe el reemplazo y convierte la huelga en paralización. ¿Qué sucederá, entonces, cuando el Metro paralice por una huelga? ¿Qué les dirá el Gobierno a los más de dos millones de chilenos diariamente perjudicados? ¿Qué pasará cuando las plazas de peaje de las carreteras no estén operativas? ¿Y cuando la empresa que entrega colaciones en una escuela se va a huelga? ¿Las pymes podrán resistir una paralización? ¿Y si el Transantiago va a huelga? ¿Qué pasa con los pagos si paraliza un banco?
La reforma, por distintas vías, endurecerá la negociación, aumentando el número y duración de las huelgas, afectando la tranquilidad y derechos de ciudadanos y consumidores.
En efecto, la propuesta gubernamental establece lo acordado en la negociación anterior como piso mínimo a partir del cual se inicia la negociación colectiva. Entonces el empleador se cuidará de ofrecer muchos beneficios, porque lo que acuerde hoy será piso para todas las negociaciones futuras. El sindicato, por su parte, empoderado por la sindicalización inducida que establece el proyecto y premunido de la posibilidad de paralizar la empresa, hará más exigencias que antes.
A eso se suma que, con la reforma, los trabajadores ya no podrán descolgarse de la huelga, es decir, volver a trabajar, individualmente (hoy sí pueden); y que el empleador ya no podrá bloquear 60 días al año sin negociación, por ejemplo el tiempo de cosecha en el caso de un agricultor.
El resultado tenderá a ser una mayor distancia en las posiciones, más conflicto y más huelgas convertidas en paralizaciones.
Es importante que los derechos colectivos de los trabajadores sean sólidos, pero eso no puede pasar por encima de los derechos de los ciudadanos y es deber del legislador protegerlos. Puede haber huelga, una huelga más costosa que hoy para el empleador, para potenciar a los trabajadores, pero no debe haber paralización de la empresa.
Economista