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Sábado 18 de abril de 2015
Impresiones de Rosita Renard
Tenía 21 años en 1915, una poco usual carrera musical recorrida y opinión propia. La pianista chilena Rosita Renard Artigas ya sabía de éxitos en Chile y en el extranjero. Concretamente en Berlín, donde había llegado cinco años antes, acompañada de su madre, gracias a una beca que le concedió el Presidente Pedro Montt.
Iniciada la Primera Guerra Mundial en Europa, se instaló en Santiago para ofrecer una serie de audiciones. La joven dio una entrevista en abril de ese año a "El Mercurio", donde confidenciaba que "una artista tiene que dedicarse por entero al arte. Estoy obligada a hacerme oír por muchos públicos y, en fin, enriquecer la personalidad".
En su caso, las crónicas de la época precisaban que se había iniciado a los cuatro años con el piano familiar. "A los ocho ingresó al Conservatorio Nacional, donde se graduó con los máximos reconocimientos". Su debut oficial fue en 1909 en el teatro de esa entidad y, luego, se perfeccionó en el Conservatorio Stern de Alemania, donde conoció a Claudio Arrau y las enseñanzas del maestro Martín Krause.
Convencida de que había tomado el camino correcto, Renard precisaba que "hay que tener una vida más intensa que la familiar que todos conocemos. Es necesario viajar, visitar los grandes centros culturales, oír a celebridades. Desde aquí iré a Estados Unidos y, después, a Europa".
Sobre sus conciertos en Berlín, Rosita explicaba que desde 1913 dio varios en las salas Harmonium y Kunstlerhaus. "Fui muy aplaudida, sobre todo en mis últimas presentaciones, en que el público me obligó a dar números fuera de programa. Allá hay una costumbre curiosa: cuando un artista se ha conquistado a la audiencia, al terminar, esta se viene alrededor del proscenio para escuchar los bis . Por otro lado, los críticos son muy severos y es agradable tener éxito ante ellos".
Asimismo, precisaba que había tocado ante "altas personalidades", tales como Busoni, Gernsheim, Fritheim, Rudolf y Ganz. "De todos ellos recibí felicitaciones y estímulos que me dieron alas para estudiar aún con más empeño".
Rosita Renard concluía que Bach era su músico favorito: "Me asombra como ninguno. Si no hubiera escuchado en Europa los cuartetos y sinfonías de Beethoven, lo tendría por el genio más grande de la humanidad". Chopin y Schumann también entraban en su lista: "Con su romanticismo, hieren de una manera tan dulce la sensibilidad".