Maquiavelo ya lo decía. Los problemas son como la tuberculosis: En un principio, difícil de detectar pero fácil de solucionar. Después, fácil de detectar pero muy difícil de solucionar.
Cada día nos enteramos de más nombres, más boletas y más sociedades. Y la pregunta está en todos lados: ¿cómo se soluciona esto?
"¡Acuerdo sí, arreglín no!", ha sido una de las afirmaciones más usadas en estos días. Una frase que en sí misma es absurda, ya que son dos formas de expresar algo irrealizable.
Y lo que es peor: los políticos, sin darse cuenta, están agregando un segundo problema a la salsa criolla. El primero fue el financiamiento ilegal, el segundo es la mentira.
Desde el almuerzo de Velasco por 20 millones en adelante, nos hemos acostumbrado a escuchar las explicaciones más inverosímiles para justificar los pagos. ¿Alguien puede creer, por ejemplo, que SQM quería comprar informes por 45 millones de pesos a la desconocida empresa del hijo del senador Pizarro? Así, con casi todos los casos conocidos. En la Alianza y la Nueva Mayoría.
La única excepción es Moreira, quien reconoció lo obvio, dando cuenta que -pese a sus 376 puntos en la Prueba de Aptitud Académica- fue mucho más inteligente que el resto.
El problema de las explicaciones absurdas es que probablemente tendrán vida corta. Porque, a diferencia de lo que ocurre con la corrupción en todos los países del mundo (donde se entregan maletines con plata en la oscuridad de la noche), en Chile -como parte de la hipocresía nacional- ella estaba disfrazada de legalidad. Esto era corrupción con boleta, informe y depósito en cuenta corriente. Y las huellas ahí son demasiado evidentes.
Como si esto fuera una ópera, empiezan a aparecer personajes desconocidos, que estaban en el escenario sin que los hubiésemos visto y que cobran súbito protagonismo. Los Hugo Bravo, los Sergio Bustos. Ahora es el turno de Giorgio Martelli.
Con Martelli se conoció el modus operandi de la campaña de Bachelet. Y, probablemente, SQM sea solo un ejemplo. Rosenblut hacía el primer contacto. Luego aparecía Martelli. Luego las boletas de sus sociedades. Finalmente la sociedad de Martelli pagaba palomas, afiches y hasta la sede de la candidata. Ahora solamente falta por confirmar lo obvio: Martelli también les pagaba el sueldo a los colaboradores de la candidata. ¿O alguien puede creer que este señor necesitaba un análisis sobre la política europea o sobre los tributos en el mundo?
La "arista Martelli" agregó tres problemas nuevos:
El enorme conflicto de interés de quien era recaudador ayer, y hoy es presidente de una empresa con fuertes vínculos con el Estado. No hay dos lecturas: la matriz italiana de Endesa deberá sacar a Rosenblut de la presidencia de la empresa. Pero, ¿cuántos Rosenblut más hay?
El segundo es Jorratt. La aparición de sus boletas muestra su vinculación con "el esquema". Es cierto que la fiscalía deberá indagar, pero el investigador no puede estar investigado. En una crisis de confianza, como la que vivimos, se necesita a alguien cuya independencia sea a toda prueba.
El tercer problema es el más complejo. El cerco necesariamente se acerca a Bachelet. Si Peñailillo reconoce que el sueldo de la precampaña se lo pagó la sociedad de Martelli, puede parecer poco presentable. Pero afirmar que el pago fue por un informe suena definitivamente poco creíble. La pregunta obvia es ¿cuántos funcionarios más hay involucrados?
Como la tuberculosis avanzada, probablemente ya no es posible parar esto. Más bien, se puede agravar. Al menos, en tres sentidos:
Si la hebra SQM se sigue tirando a otras empresas, terminarán saliendo todas y probablemente todos los políticos. Y ahí terminaríamos como aquel cuento en que el sheriff , ante la necesidad de encarcelar a todo el pueblo, prefirió encerrarse él en la cárcel y declarar al recinto como el único territorio libre.
El segundo problema es si se comprueba que los pagos no estaban relacionados con el período de campaña. Si ello ocurre, tenemos que empezar a olvidarnos de otras de las frases comodín que circulan estos días: que los pagos no eran para enriquecimiento personal.
La tercera complicación es si se incrementa la crispación ciudadana. Si de los tuits se pasa a la calle. Si vuelven a salir 500 mil personas a la Alameda, como en 2011, el problema político pasará a otro estadio. Y este escenario no es improbable.
¿Cómo se soluciona esto, entonces? La pregunta no tiene respuesta. Pero al menos se necesitan dos cosas:
Una es que los involucrados renuncien a sus posiciones, al menos, de dirigentes. Pizarro no puede conducir a la DC tal como Silva no lo podía hacer en la UDI. Jorrat no puede seguir al mando del SII. Peñailillo no puede seguir como ministro del Interior.
La otra es que Bachelet con urgencia supla la falta de liderazgo de ella y de casi todo su gabinete con nuevos ministros. No hay muchos nombres, pero, como Piñera, deberá recurrir al Parlamento.
¿Será suficiente lo anterior? Probablemente no.
En cuyo caso, habrá dos salidas:
La primera es "argentinizarse". Es decir, aprender a vivir con el escándalo permanente.
La segunda es adelantar las elecciones parlamentarias y presidenciales. Lo que hasta ayer era completamente impensable, hoy cobra una probabilidad que es mayor que cero.