La lesión de Jaime Valdés durante su último paso por la selección no es un hecho novedoso. Y la tirantez de Colo Colo, su técnico, sus dirigentes y la institución íntegra con la ANFP, su presidente, sus funcionarios, el entrenador nacional, tampoco es un suceso significativo. Hace rato, incluso antes de la llegada de las sociedades anónimas deportivas, que una relación que debería ser de correspondencia y mutua conveniencia, como sucede en los países con fútbol desarrollado, se ha transformado en un lazo frío, lleno de dobleces y con la hipocresía a flor de piel.
Hay una cuestión de prioridades en esta discusión que trasciende al mero tirón en el isquiotibial de Valdés. ¿Qué interesa más: Colo Colo y la competencia interna o la preparación de la selección? A la ANFP ni le pregunten: el representativo nacional. Detrás de su éxito hay mucho dinero, que le garantiza un muy buen pasar a la entidad que administra y suficiente poder a quienes la presiden. No hay que confundirse: por definición la mesa de la ANFP va a preferir cautelar los intereses del "equipo de todos" por sobre el de los clubes asociados. Sin importar que la selección esté integrada en una altísima proporción por jugadores que se desempeñan en ligas extranjeras, que los calendarios hagan pedazo el normal desarrollo de una liga o que al técnico nacional le importe un bledo el torneo local ni le interese participar en su diseño o estructura. Para eso ha redactado un reglamento que en lo fundamental protege maternalmente a los asociados que cumplen y castiga leoninamente a los díscolos que se rebelan.
Sobre ese constructo, lo que le interese a Colo Colo, o a cualquiera en realidad, es materia inerte. Héctor Tapia podrá patalear porque le entregan a un jugador clave lesionado y alegar que no hay coordinación con el cuerpo técnico ni el equipo médico de Chile, pero su manifiesto desagrado solo servirá para que se desahogue y vuelva a evidenciar que el campeonato sigue siendo esclavo de la selección nacional. Además, no contará con el respaldo de sus directivos, porque si bien públicamente podrán acompañar el reclamo, en el fondo comparten el criterio de que al producto estrella es un "oponente" absolutamente vital y no hay que combatirlo.
El divorcio de objetivos y procedimientos entre los clubes locales y la selección nacional es tal que ni siquiera da pie para evaluar un factor que se cae de maduro en este episodio: ¿está realmente preparado Jaime Valdés para hacer frente a la intensidad con que se entrena en la selección? A la luz de los acontecimientos, parece que no. Ya van dos lesiones en dos citaciones. Una puede ser mala suerte, la otra ya no es fruto del azar. ¿Y si el físico del volante colocolino no es capaz de resistir las prácticas, vale la pena volver a citarlo? ¿Y si el cuerpo técnico de la selección se dio cuenta que Valdés no da el ancho y tanto le interesa a Sampaoli tenerlo en el plantel, por qué no le hace un trabajo diferenciado como lo hace con Valdivia, en lugar de exponerse y exponer al jugador a otro conflicto? En fin, son tantas las preguntas por hacerse al respecto, que el tema de verdad podría ser relevante y debatible. Pero mientras los clubes y la ANFP no den un salto cualitativo de desarrollo e integración igualitaria, en este apartado seguiremos siendo un fútbol de segunda selección.