Un interesante estudio de la Corporación de Bienes de Capital muestra la paradójica situación por la que atraviesa la economía chilena. Contamos con una impresionante cartera de proyectos de inversión, que asciende a más de 300 mil millones de dólares y supera largamente a las de Colombia y Perú, países cuyas economías son algo más grandes que la nuestra. Sin embargo, por diversos factores, la materialización de proyectos se mantiene suspendida y más de la mitad de ellos sigue "sin cronograma definido". En el importante caso de la minería, por ejemplo, los proyectos que han podido superar esa etapa alcanzan un monto inferior al que hoy desarrolla Perú, nuestro principal competidor en el rubro. Reactivar dos grandes proyectos -El Morro y Pascua Lama-, hoy paralizados por complicaciones ambientales, nos haría recuperar el liderazgo.

Desde luego es reconfortante apreciar que Chile sigue despertando el interés de los inversionistas. El estudio aludido da cuenta de más de 1.700 proyectos en minería, energía y otros rubros, promovidos por empresarios nacionales y extranjeros. La concreción de esas iniciativas nos permitiría crear más actividad económica, más fuentes de trabajo en las regiones, más ingresos tributarios. Son emprendimientos de largo plazo, con importantes desafíos tecnológicos, financieros y ambientales, pero cuyos promotores están dispuestos a acometer, asumiendo los riesgos correspondientes. Algunos de los proyectos son controvertidos por su eventual impacto ambiental o social, el cual habrá de ser debidamente aquilatado, mitigado y compensado. Pero la prolongada tramitación de las autorizaciones necesarias, su judicialización y su politización, alentada por la tenaz oposición de grupos de interés, está haciendo mucho daño a Chile.

Hay más de 180 mil millones de dólares en proyectos -la mayor parte de ellos en minería y energía- en "compás de espera". El esfuerzo de inversión total, que alcanzó a 24% del PIB en 2013, descendió a solo 22% el año pasado. En lo que va corrido del año, las importaciones de maquinarias y equipos -uno de sus principales componentes- siguen muy débiles. Es cierto que hay causas externas -como la caída del precio del cobre- que inciden en el desánimo de los inversionistas. Pero esa es una razón más para despejar las incógnitas que han ensombrecido el clima interno tanto en lo político como en lo económico. El nuevo presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Alberto Salas, ha apuntado hacia la incertidumbre generada por las reformas que promueve el Gobierno. Las autoridades económicas han anunciado medidas para destrabar las inversiones. La tarea es urgente: en la competitiva economía global, si no actuamos con celeridad y eficacia, los inversionistas nacionales y extranjeros terminarán buscando un clima más propicio en otras latitudes.