A ver, Jorge Sampaoli tiene la siguiente idea de acuerdo a lo que ha expresado públicamente: la renovación del seleccionado nacional no es algo que deba imponerse por la fuerza sino que debe darse naturalmente. Por lo tanto, mientras la actual generación -esa que se forjó en la era de Bielsa y que se consolidó de la mano del actual DT de la Roja- le demuestre que está en mejores condiciones individuales y colectivas que los eventuales reemplazos, mantendrá su privilegio como base del equipo.
Pero el supuesto de Sampaoli adolece de varias zonas negras que quedaron más que expuestas en la derrota de ayer ante Irán.
Primero, tal y como ha podido observarse en los meses posteriores al Mundial, varios jugadores que aparecían antes como "insustituibles" hoy no deberían serlo de acuerdo al rendimiento mostrado en sus clubes y también en la Roja.
Isla, Aránguiz, Jara, Díaz, Vargas y Valdivia -por hablar de los más emblemáticos- no están hoy, por diversas razones, en el plano de los jugadores intocables y, por tanto, si bien pueden mostrar jinetas por historia y por ser parte del "ámbito internacional", deberían ser correctamente "apurados" por otros jugadores, no para ser simples sustitutos sino que derechamente para pelearles la titularidad.
La segunda inconsistencia la entrega el propio Sampaoli con sus determinaciones contradictorias. Si él piensa firmemente que no tiene hoy reales alternativas de reemplazo, ¿por qué llama a una cantidad inmensa de jugadores que él sabe que no están hoy al nivel de pelear un cupo en la estelaridad? Más aún, ¿por qué los hace jugar como titulares enarbolando la bandera de la renovación, pero no tiene empacho en sacarlos en forma masiva -como pasó ayer- cuando el resultado era adverso? Aquello denota una de dos cosas: que Sampaoli anticipó un partido de fácil resolución ante los asiáticos y por eso expuso un equipo B pensando en guardar al A para el encuentro con Brasil. O que se dio cuenta, en 45 minutos, que pocos le sirven siquiera para integrarlos como alternativas en la Copa América. En cualquiera de las dos circunstancias, se denuncia nulo interés en buscar la famosa renovación. O al menos en hacerla en forma efectiva y seria.
El punto es que de cara a los desafíos que vienen, estamos en medio de un caudal de nebulosas. No estamos seguros de que el equipo que jugó el Mundial de Brasil exhibirá un rendimiento similar en la Copa América y las eliminatorias. No tenemos claro si el DT nacional ha detectado reemplazos efectivos, ni tampoco si existe una base grande de jugadores que puedan adaptarse a las propuestas tácticas de Sampaoli. Si a eso se le suma que el propio entrenador nacional nuevamente ha expuesto en una publicación internacional que su continuidad podría estar en duda si es que "pasa algo" en la Copa América, la conclusión no puede ser optimista. Estamos navegando en aguas inciertas, aferrados a la imagen de una generación con dioses fatigados.
Y no es que Irán nos haya ayudado a descubrirlo. Lo cierto es que parece que nos resistíamos a reconocerlo.