Tim Burton es, ante todo, un cineasta entrañable. Aparte de su muesca generacional, es uno de los pocos que han logrado dotar a su cine de un aire más noble que el de la pura mercancía y que lo ha revestido con una cierta candidez que se parece a la de los cuentos juveniles. En sus películas hay siempre un tema dominante -el creador, casi siempre el artista- y su ingenio para proponerlo suele ser sorprendente, desde El joven manos de tijera hasta Frankenwinnie.
Big eyes también trata de uno, o quizá dos artistas. Margaret (Amy Adams) deja su pulcro hogar en un condominio suburbano del norte de California para poner fin a un matrimonio insufrible. La acompaña su hija, Amy (Delany Raye), que es principal motivo de su único talento: dibujar niños de ojos muy grandes, una novedad en las artes gráficas de fines de los 50.
En San Francisco conoce a Walter Keane (Christoph Waltz), un artista frustrado en la pintura, aunque consumado en las artes de la suplantación y la mentira. A medida que el éxito de Margaret crece, Keane se va apropiando de él, firma sus pinturas y administra la celebridad. Margaret parece desarmada ante un hombre que le ha permitido rehacer su vida de familia. Keane, en cambio, disfruta de la posición que ha alcanzado gracias a su nueva mujer. Solo la opinión de un crítico de The New York Times (Terence Stamp), que califica las pinturas de ojos grandes como puro y simple kitsch, suscita cierta solidaridad entre ambos y sugiere que, al final, quizá el arte de una no sea tan distinto de aquel del otro; por lo menos parecen complementarios.
El Creador-Artista de Burton es un sujeto inusual, excéntrico, ajeno a las normas sociales, lejano de la academia, a veces adelantado a su tiempo. Su arte nace de convicciones y pulsiones interiores, y por eso contraría las modas o actúa en la rebeldía, con la ayuda de fuerzas misteriosas que la gente común no conoce.
Esta es una idea extendida y popular acerca del Artista, con la que tiende a coincidir el sentido común, sobre todo el de escaso contacto con el arte. El Artista "raro" satisface la curiosidad de mucha gente y ofrece una coartada para eximirse de comprender.
Pero es también una idea infantil, con ciertos rebordes mágicos, y esto explica por qué los filmes de Burton, por oscuras que parezcan, están siempre tan lejos de la madurez, como es el caso de Margaret y Walter Keane, personajes condenados a la infancia, no tanto por los niños que retratan y venden (que son más bien un síntoma), sino por el historial de fantasías perdidas que asoma por entremedio de sus talentos poco sofisticados. Por entrañable que pueda resultar, es difícil que una idea tan menor pueda dar origen a una gran película.
Big eyes
Dirección: Tim Burton. Con: Amy Adams, Christoph Waltz, Danny Huston, Terence Stamp, Delany Raye, Jon Polito. 105 minutos.