En el comienzo de esta película, es noviembre, Keita (Keita Ninomiya) tiene 6 años y está rindiendo los exámenes para entrar al colegio. Lo acompañan su padre, Kyota Nonomiya (Masaharu Fukuyama), un ingeniero obsesionado con el trabajo y el éxito, un hombre rígido que disfruta de su posición laboral y social y que quisiera ver a su único hijo cumplir con los estándares de la clase alta; y su madre, Midori (Machiko Ono), una mujer afectuosa, frágil y un tanto sometida, que entrega sus días al cuidado de Keita, con más aprecio por la libertad que por la disciplina. Como resultado de esa educación, Keita es un niño obediente, apacible y algo tímido.
En unos pocos minutos, Kyota y Midori son citados por el hospital donde nació Keita: hubo un error, dos niños fueron cambiados y las pruebas de sangre confirman que ellos son uno de los matrimonios afectados. Keita no es su hijo. Keita es hijo biológico de otra pareja, que es la que ha criado como propio al de los Nonomiya.
¿Y quién es esa gente? Aquí aparecen los Saiki, Yudai (Rirî Furankî), un comerciante alegre y vulgar, y Yukari (Yôko Maki), una mujer fuerte, práctica y orgullosa, que no sufre por la relativa pobreza en que viven sus tres hijos. Ryusei, el niño equivocado, ha crecido con un espíritu inquieto, vivaz e inquisitivo, casi lo contrario del controlado Keita.
Esta es la situación básica. El desarrollo -casi dos horas más- se concentra en el drama de las familias Nonomiya y Saiki, pero sobre todo en el contraste entre ambas, atravesado por la disyuntiva entre la herencia biológica y la formación en la convivencia. El director Kore-eda hace chocar las líneas pulcras, relucientes, tecnológicas, del departamento de los Nonomiya con el desorden silvestre de la casa y la tienda de los Saiki. Y utiliza como metáfora las líneas de alta tensión, que primero marcan una frontera pero luego se entrecruzan e intersectan, como las vidas y las clases sociales de los protagonistas.
Kore-eda tiene una ostensible inclinación por el melodrama, pero la mayoría de las veces la contiene para dejar que sus personajes se expresen en pequeños gestos, inflexiones por las que respiran las contradicciones a las que están sometidos. En esta especie de "príncipe y mendigo" centrada en los padres, los Nonomiya cargan con la parte pesada de la fábula, pero Kore-eda no es del todo complaciente con los Saiki.
Quizá De tal padre, tal hijo pudo ser una obra mayor con una pizca menos de la grave solemnidad del tratamiento de Kore-eda. Pero lo que hay es, de todos modos, una buena, entrañable película.
SOSHITE CHICHI NI NARU
Dirección: Hirozaku Kore-eda.
Con: Masaharu Fukuyama, Machiko Ono, Yôko Maki, Rirî Furankî, Keita Ninomiya, Shôgen Hwang.
121 minutos.