El primer insulto sexista que escuché en las canchas chilenas hizo historia. Fue el célebre canto que la barra de la Universidad de Chile (que aún no eran Los de Abajo) le dedicó a Horacio Simaldone, vigoroso puntero de Colo Colo, vinculando a su esposa, la modelo Francesca Franzese con Julio Iglesias. Un moco de pavo con respecto a lo que hoy escuchamos en los estadios.
Esta semana Humberto Suazo fue castigado con dos fechas de suspensión por decirle "la puta que te parió" a Roberto Tobar. Al día siguiente le pidió disculpas... al árbitro, pero no a la madre, que en rigor fue a quien iba dirigido el insulto que, como casi todos los del fútbol chileno hoy, ataca a las mujeres.
Las barras bravas, por ejemplo, utilizan figuras femeninas para referirse al enemigo. Los de Colo Colo son "zorras", los de la U "madres" y los de la Católica "monjas", todos apelativos que no dispensan ni cariño ni respeto por las metáforas elegidas. Cada vez que los fanáticos quieren denostar a un arquero le cantan que es "una puta de cabaret".
El tema se hizo noticia esta semana también en España con una arista extraña. Un jugador del Betis, Rubén Castro, fue acusado de agredir con violencia a su ex novia, por lo que el fiscal solicitó dos años y medio de cárcel. La barra brava de su club le brindó su adhesión dedicando cantos hirientes a la mujer, lo que provocó que la Comisión de Antiviolencia española propusiera el cierre parcial del Benito Villamarín, una reacción vigorosa, como suele ocurrir en Europa con este tipo de materias y que pretende marcar un precedente.
En un fútbol asediado por el racismo, por la violencia, por las mafias que se han tomado la tribuna y someten a los dóciles e incultos incautos, que los insultos en la cancha y en las gradas tengan siempre como blanco a la mujer pudiera parecer apenas una arista nimia del problema. En nuestro país los tribunales del fútbol no han tomado medidas ni cuando los fuegos artificiales condicionaron un resultado (UC-Colo Colo en San Carlos) ni cuando la violencia se desbordó (Colo Colo-Barnechea), y es probable que la U sufra sanciones en el plano internacional antes que deba comparecer en el local. El tema del racismo en contra de Rentería fue condenado en todas partes (incluida La Moneda), pero poco se ha sabido que el Sernam salga en apoyo de las madres de los árbitros insultados cada semana, o que ligue la agresión verbal en los estadios con el preocupante fenómeno de la violencia intrafamiliar.
No es cosa de ponerse graves tampoco. Desde que la Academia admitió el "huevón" como parte legítima y reconocida de nuestro léxico nos quedamos sin parte importante de nuestro arsenal de insultos masculinos. Nos quedan los homofóbicos, los de connotación sexual (guatón c...) y los que aluden a nuestras mamás. Era buen tema para plantearlo en la reunión de ONU Mujeres celebrada la semana pasada en el país, pero las señoras no me invitaron.