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Editorial
Miércoles 25 de febrero de 2015
La educación técnico-profesional
Una indicación del poco valor que tiene esta educación para la empresa es la escasa inversión que esta hace en ella. Como contraste se puede mencionar que en Alemania.
En la educación secundaria, un poco más del 40% de los jóvenes egresa de la modalidad técnico-profesional. Ellos son en promedio más vulnerables que los egresados de la modalidad científico-humanista. Sin embargo, la primera recibe poca atención en el debate público y tiene importantes deficiencias. Sus graduados no están suficientemente preparados para el mundo del trabajo, a pesar de que ese es teóricamente el foco de esta educación, y también carecen de las habilidades no cognitivas que los empleadores demandarían de las personas que solo terminan la educación secundaria.
En el gobierno anterior se actualizó su currículum y se dotó de equipamiento más moderno a muchos de estos establecimientos. También se buscó, a través de diversas iniciativas, una mayor conexión de esta educación con el mundo de la empresa, pero a pesar de estos avances no se logró concretar una estrategia de largo plazo. En el gobierno actual se han anunciado algunas iniciativas, pero no parece haberse desarrollado una mirada profunda sobre las necesidades de esta educación. Tampoco se ha apoyado como correspondería el cambio curricular que fue aprobado en su momento por el Consejo Nacional de Educación. Así, sigue faltando una visión clara que defina los pasos a seguir en este ámbito.
Una indicación del poco valor que tiene esta educación para la empresa es la escasa inversión que esta hace en ella. Como contraste se puede mencionar que en Alemania, que muchas veces se ha citado como un modelo a seguir, poco más del 70% de la educación dual que ahí se ofrece en el espacio técnico-profesional es financiado por el sector privado.
El punto de partida para definir una estrategia para esta educación seguramente es entender el poco interés de las empresas por involucrarse en estos proyectos. Es cierto que hay organizaciones gremiales específicas que están participando como sostenedores, pero su alcance es limitado y no siempre con la motivación o el éxito esperado. En este sentido, atendidos los desafíos de productividad que tienen el país y las empresas, no es evidente la razón de esta falta de interés. Una posibilidad es que los programas educacionales sean demasiado rígidos y no puedan ser adaptados fácilmente a las necesidades de las distintas corporaciones.
No cabe duda de que los currículos en el país siguen siendo demasiado rígidos y, de hecho, continúa existiendo la convicción de que desde el nivel central se pueden moldear los programas que necesitan las regiones, los sectores productivos y las empresas del país. En esta dimensión debería abrirse un espacio mucho mayor de libertad, toda vez que la educación técnico-profesional propiamente tal está concentrada solo en los últimos dos años de la educación media.
También se requiere una mayor articulación al interior del sistema educativo en los niveles secundarios y terciarios, y entre este y el mundo de la empresa. La desconexión entre los liceos técnico-profesionales y los centros de formación técnica e institutos profesionales es absoluta, situación que en nada beneficia a los jóvenes que quieren formarse apropiadamente. Así, no hay posibilidad de reconocer materias o, salvo excepciones, certificar los estándares de los cursos impartidos en los liceos por parte de las instituciones técnicas superiores. Al mismo tiempo, las empresas o las organizaciones gremiales rara vez se coordinan con las instituciones secundarias y terciarias para preparar mejor a sus actuales y futuros trabajadores. Por cierto, ayudaría a que esta posibilidad se concretara si los beneficios que concede el Sence para capacitación se pudiesen utilizar de modos más flexibles y no a través de los organismos certificados, que, en ocasiones, dejan la sensación de tener cooptado a este servicio.