Señor Director:

Me da rabia e impotencia escuchar cómo diputados, senadores, médicos UC y la Iglesia Católica hablan tan livianamente del aborto terapéutico. Espero y confío en Dios que nunca tengan una esposa o hija que pasen por este sufrimiento.

Le cuento en resumen mi triste historia. Hace algunos meses tuve la linda noticia de estar embarazada, pero a las 13 semanas se diagnostica a mi bebé entre otras cosas con higroma quístico tabicado, hidrops fetal, malformación congénita cardíaca grave sin sus 4 cavidades, problema de placenta y líquido amniótico; probabilidad de vida, cero.

Me atiendo en una prestigiosa clínica particular, con la mejor tecnología y médicos, quienes me indican que mi embarazo no es viable y no llegará a término.

A esto hay que sumar el daño colateral. Desde ese mismo día no logro dormir y no puedo descansar. A los pocos días comienzan mis dolores de contracciones. Quienes son mujeres entenderán lo que esto significa, el sufrimiento de mis hijos pequeños y mi esposo, el dolor de la familia y amigos; hay todo un entorno que sufre conmigo.

Qué difícil es expresar y hacer entender los sentimientos, el dolor, la angustia, la ansiedad, la pena, el insomnio y la depresión, además de sumar el dolor físico.

Invito a la señora Van Rysselberghe, a los médicos de la Red de la Universidad Católica y a la Iglesia a que vean todos mis exámenes médicos y den su opinión de cómo debo continuar la agonía y espera de este embarazo, que ya va en 21 semanas y el diagnóstico no cambia y mi sufrimiento y alma empeoran.

Mariela Santander Landaeta