Esta película navega entre dos aguas y tres tiempos. El cuerpo central del relato se sitúa entre 1939 y 1945, los años de la Segunda Guerra Mundial. En cuanto el primer ministro Neville Chamberlain anuncia la declaración de guerra contra Alemania, los ejércitos de Hitler inician un feroz asedio sobre Gran Bretaña y Europa.
La clave del éxito de los ataques nazis son sus comunicaciones cifradas por una máquina impenetrable, conocida como Enigma. La diplomacia polaca ha logrado capturar uno de esos aparatos y la inteligencia británica más secreta, el MI6, organiza en Bletchley Park, sede de una supuesta fábrica de radios, un equipo de matemáticos e ingenieros concentrados en descifrar los misterios de la Enigma. Entre ellos llega el joven matemático de Cambridge Alan Turing (Benedict Cumberbatch, en una variante de su Julian Assange de El quinto poder), un sujeto introvertido y maniático que pronto se impone a sus colegas para liderar el proyecto.
Turing se enfrenta con su superior jerárquico, el comandante Denniston (Charles Dance), busca el apoyo del jefe del MI6, Stewart Menzies (Mark Strong), y recluta a una joven prodigio, Joan Clarke (Keira Knightley), pero sus fracasos tratando de imitar la máquina infernal se acumulan. Por fin, un hallazgo casi accidental lleva a Turing a descubrir el secreto que cambiará el curso de la guerra.
Las otras dos secciones, intercaladas con la descrita, abarcan los tiempos extremos, el antes y el después. Uno se sitúa en 1928, cuando el niño Turing cursa sus años escolares en la escuela Sherborne, con compañeros que lo agreden y un solo amigo con el que comparte aficiones... y una forma infantil de amor homosexual. El otro tiempo, que es el que organiza la narración, transcurre en 1951, en Manchester, cuando Turing es arrestado por conductas homosexuales, penalizadas en la Inglaterra de entonces.
Hay una cierta desconexión entre ambos cursos narrativos. La genialidad de Turing no se explica por su homosexualidad, ni viceversa. Cualquiera de esas conclusiones sería una monstruosidad, y la película no las intenta. Pero se mete en otras, igualmente extrañas, como la idea de que la guerra fue definida por el desenmascaramiento de la Enigma, incluyendo las vidas que se salvaron y las que se perdieron.
Este es, por supuesto, el pensamiento de una psicología misantrópica como la de Turing, pero esta cinta no lo confronta; por el contrario, simpatiza con él, como uno de los rasgos principales del heroísmo secreto que atribuye a su protagonista. En este heroísmo sí que se igualan su contribución a la guerra y su condición sexual, una simetría más voluntariosa que visible.
El código Enigma tiene una ejecución eficiente, pero unos supuestos extraños y ligeramente velados, como si no dijera lo que exactamente pretende decir. Y es en esos supuestos donde están todas sus debilidades y sus momentos más flojos.
THE IMITATION GAME
Dirección: Morten Tyldum.Con: Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Rory Kinnear, Charles Dance, Matthew Goode, Mark Strong.
114 minutos.