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Editorial
Sábado 31 de enero de 2015
Lecciones a partir de la Casen 2013
"Las cifras demuestran que entre los años 2011 y 2013, Chile dio un importante paso en su lucha contra la pobreza. Y si bien en materia de desigualdad los resultados no fueron igualmente optimistas, las nuevas cifras vienen a equilibrar un debate dominado muchas veces por la ideología..."
Con un universo de 218.491 personas y un nivel de representatividad nacional, los resultados de la Casen 2013 dan cuenta de una histórica reducción en nuestros indicadores de pobreza. El resultado emerge con fuerza en cada una de las tres metodologías consideradas por el MDS: multidimensional, nueva y tradicional.
De acuerdo con la metodología tradicional, en el período 2011-2013 la tasa de pobreza cayó desde un 10,9% a un 7,8%, quedando por primera vez en nuestra historia en un solo dígito. En términos prácticos, esta reducción implica que cerca de 500 mil personas superaron la pobreza en ese período. Notablemente, de estos un 20% correspondió a indigentes (pobres extremos).
Por otra parte, en el caso de la "nueva" y más exigente metodología (utiliza líneas de pobreza específicas al tamaño del hogar y excluye algunas variables de ingresos, entre otros), el resultado es incluso mayor: mientras que la tasa de pobreza alcanzaba el 22,2% en el 2011, esta se redujo hasta un 14,4% en el 2013, lo que implica que en solo 48 meses dejaron de ser pobres 1.277.444 personas, lo que es un inmenso número.
Estas cifras vienen a corroborar el impacto que tuvo el alto crecimiento económico que experimentó el país durante el período 2011-2013. De la mano de una fuerte creación de empleos y mayores salarios reales, los chilenos más vulnerables vieron mejorar sus niveles de ingresos de manera trascendental.
Empleo y pobreza multidimensional
Una de las positivas innovaciones metodológicas de la Casen 2013 fue la construcción de indicadores de pobreza multidimensionales. Estos fueron parte de las recomendaciones técnicas realizadas por la Comisión Asesora Presidencial formada durante el gobierno anterior y que emitió su informe en enero del 2014.
En lo medular, bajo esta metodología, un hogar es definido como pobre si es que sufre al menos una carencia en el ámbito de la salud, educación, vivienda o trabajo. Por su parte, cada una de estas dimensiones está conformada por tres indicadores, cada uno de los cuales tiene la misma importancia. Esto permite realizar una caracterización más precisa de los hogares pobres, identificando en qué ámbito se originan sus carencias.
Los resultados generados a base de esta metodología indican que en el 2013, un 20,4% de la población era pobre desde una perspectiva multidimensional. Si bien el porcentaje es alto respecto de las tasas de pobreza calculadas con las otras dos metodologías, este representa una caída importante en comparación al 24,3% calculado para el 2011.
Respecto de la importancia relativa de cada una de las cuatro dimensiones, "trabajo" aparece como el factor dominante. En particular, de acuerdo con los datos reportados por el MDS para el 2013, la carencia en esa dimensión fue la que más contribuyó a la pobreza multidimensional (32,5%), seguida de educación (27,8%), vivienda (27,4%) y salud (12,2%). Los nuevos datos también permiten identificar que dentro de la dimensión "trabajo", el indicador "no cotiza en el sistema previsional" (seguridad social) explica el mayor porcentaje de hogares con carencias (29,5%).
Las implicancias de estos resultados no son menores, ya que para reducir la pobreza multidimensional será necesario combatir en primer lugar la informalidad en el mercado laboral. Este es un tema a tener presente en el debate sobre la reforma laboral que promueve el Ejecutivo: el encarecer el empleo formal no ayudará a reducir la pobreza.
Desigualdad: desafío pendiente
Los avances en materia de disminución de la pobreza no fueron acompañados por un mejoramiento generalizado en los indicadores de desigualdad. A modo de ejemplo, bajo la nueva metodología, el Gini calculado sobre la base de los ingresos monetarios (autónomos más subsidios del Estado) alcanzó un valor de 0.491 en el 2013, manteniéndose en torno al nivel del año 2011 (0.492). Algo similar ocurre en el caso de los ingresos autónomos.
La historia es algo más optimista cuando se analizan los ingresos calculados a base de la metodología tradicional. A modo de ejemplo, entre 2011 y 2013, el indicador que mide cuántas veces más, en promedio, gana una persona en el 10% más rico en comparación con una del 10% más pobre, experimentó una caída importante, pasando de 24,3 a 21,7. La tendencia también emerge, si bien con menor fuerza, en el caso de los ingresos monetarios.
Estas positivas noticias ofrecen una ventana de oportunidad, ya que identificar empíricamente los factores que están contribuyendo a reducir la desigualdad debe ser el primer paso para el diseño de políticas realmente proequidad. Es de esperar que los datos de la Casen 2013 animen al Ejecutivo a perseverar en la tradición chilena de diseñar reformas y políticas públicas con bases en la evidencia disponible.