Carlos Heller se convertirá en el controlador legal de Azul Azul al comprar más de la mitad del total de acciones. Si su condición es buena o mala para Universidad de Chile, solo el tiempo lo dirá. Desde ya, a quienes nos asiste la convicción de que el poder omnímodo está asociado al autoritarismo, la figura es por definición lesiva, sea cual fuere el resultado.
Por cierto que a Heller se le debe conceder el íntegro beneficio de la duda. Puede que en el directorio o frente a los mandos ejecutivos y administrativos no tenga pretensión ni intención de ejercer su posición dominante de manera vertical, jerárquica, apabullante; sin embargo, la tentación de ejecutar inconsulta o caprichosamente la voluntad propia en la conducción de la institución, incluso a riesgo de perder capital, es tan grande como la de tener la certidumbre de que los proyectos diseñados bajo su gestión son los mejores o los únicos. No muy lejano está el ejemplo del doctor Orozco, quien sin aportar ni una centésima parte de lo que ha puesto Heller, se convirtió en un petit dictateur.
Heller ha materializado lo que algún día describió como sueño: ser presidente de la U. Sueño que ya entiende no solo de modo nominal, sino que con su extensión patrimonial, y que le guste o no, lo entienda o no, lo quiera o no, se entrelaza con otro de sus intereses, nada más ni nada menos que la selección nacional, ambos bienes muy susceptibles de confundirse en un TODO cuando deba defender su bolsillo. Al adquirir los derechos televisivos y comerciales de la Roja hasta finalizadas las próximas eliminatorias a través de Mega, su canal de televisión, el dueño de la U además ha pasado a jugar una delicada función de socio preferente de la ANFP, pero a la vez también de cliente y cogestor con facultades especiales, no por nada pagó más de 100 millones de dólares.
En el espíritu de la conformación de las sociedades anónimas deportivas, a mediados de aquellos refundacionales 90, cuando los clubes grandes estaban al borde de la quiebra o técnicamente en bancarrota y los demás con una permanente angustia económica, la idea primigenia de la instalación de las SAD establecía como factor preventivo que ninguna persona natural tuviese acceso a más de un tercio de la propiedad de la institución. Conforme fue implementándose el modelo en el fútbol chileno, a la sensata cautela la superaron la infinita pasión directiva y la muy humana ambición empresarial. Hoy, la figura de Heller se sale de toda norma del plan original.
La concentración del control en una sola persona, capaz de influir en áreas estratégicas para el fútbol como son la Universidad de Chile y la selección, le deja a Heller grandes desafíos por delante, desde el estilo para gobernar en la U hasta la transparencia para hacerlo. Pero la primera tarea será demostrar con hechos que sus complejos roles no son incompatibles.