En las relaciones con los hijos, muchas veces los temores de lo que pueda suceder en el futuro se transforman en un obstáculo que impide disfrutar del presente. Pero lo más grave es que las hipótesis que están detrás de los miedos pueden ser exageradas o falsas, y a pesar de ello, pueden tener un impacto negativo que se transmite a los hijos. La percepción de los niños y los adolescentes, de que los adultos que están a su cuidado tienen miedos y expectativas negativas, puede tener como efecto producirles una gran desconfianza en su futuro.
Aprender a ahuyentar los pensamientos negativos acerca de un futuro improbable, inducirá tranquilidad; permitirá analizar la situación con mayor objetividad y buscar ayuda. Todo ello hará que la relación con los hijos fluya más libremente en el momento actual. El futuro cargado de incertidumbres puede producir mucha ansiedad, si no se mira en forma constructiva. Si se busca una zona de tranquilidad y de calma, es posible tomar distancia, calmar el pensamiento que se alborota con los temores y es aconsejable buscar caminos para enfrentar con más recursos la situación que lo está preocupando, de manera de no estar paralizado por la angustia.
Eloísa, mamá de Renato, un niño de diez años, quien como todo niño que inicia la pubertad tenía cambios de humor y a veces se ponía bastante insoportable, reconocía reaccionar mal frente a los comportamientos de su hijo. Los cambios de humor de Renato la alteraban hasta lo patológico, llevándola al descontrol, lo cual estaba dañando la relación madre e hijo. Ella, que habitualmente era una persona tranquila, se preguntó junto a la psicóloga del niño, dónde se originaría esta descompensación producida por los comportamientos de Renato. Ambas descubrieron que existía una semejanza con la conducta de un hermano, con quien había tenido muchos problemas en la infancia, que terminaron en severos problemas psiquiátricos, todo lo cual la angustiaba enormemente. Librarse de ese miedo con una terapia breve la ayudó a relacionarse con su hijo y no cargar al niño con el fantasma de un tío problemático. A su vez, Renato, al experimentar la aceptación de su mamá, se sintió una mejor persona y un ser más querible. Un día el niño expresó: "Antes a veces yo pensaba que mi mamá no me quería y creía que era un niño malo. Es tan bueno saber que mi mamá me quiere".
Si bien es legítimo tener miedo de lo que les pueda suceder a los hijos, justamente por lo mucho que se les quiere, la verdad es que estar aprisionado por los temores ayuda poco en educarlos mejor. Los miedos le quitan luminosidad a la vida, la ensombrecen y aprisionan a las personas en fantasías negativas que las más de las veces crean una ansiedad enorme en quien las experimenta, marcando las relaciones interpersonales con tensiones innecesarias. Para crecer en un ambiente emocionalmente seguro, los niños requieren de ilusión, esperanza y entusiasmo.
Si sospecha que sus miedos son excesivos y que no están beneficiando la relación con sus hijos, pida ayuda para salir de ellos, ya que pueden ser muy tóxicos para su hijo y para las relaciones familiares.