Ya son cuarenta instituciones y más de 150 personas. No hay horarios, ni pruebas de selección, ni requisitos de ingreso, salvo las ganas y el entusiasmo. Vienen de distintas comunas de Santiago, no usan corbata ni auto, y han decidido trabajar en un espacio común. Se llama IF (Ideas Factory o Fábrica de Ideas) y, emplazado en la avenida Italia, busca ser un centro de innovación y emprendimiento, pero, por sobre todo, un lugar donde no haya segregación ni discriminaciones de ningún tipo, y donde se haga visible y palpable el valor de la diversidad y del trabajo colaborativo.
Liderado por Alejandra Mustakis, Lionel Kaufmann y su equipo, este lugar, que cumplirá en marzo un año y que se encuentra en el proyecto Factoría Italia (ex Sombrerería Giradi), parece un precioso y trendy co-work: salas abiertas, sillones relajados, sensación de libertad, muchas bicicletas, mucho joven entusiasmado por su trabajo (sea este hacer robots, liderar ONG sociales o incubar startups ), en un ambiente vital, joven, creativamente desordenado. Pero lo mejor de todo no es aquello, que ya es bastante, sino su filosofía: el hecho de que sus creadores quieran hacer de este un espacio donde las diferencias no solo se valoren, sino que se busquen, algo que es esencial para que Chile pueda dar pasos serios hacia desarrollar una cultura de la innovación y para que pueda avanzar como sociedad.
Aunque "innovar" es una palabra que a muchos les hace arrugar la nariz, por considerarla una moda, lo cierto es que si Chile no diversifica su matriz exportadora y da el paso definitivo a una economía moderna, sus cálculos de llegar a ser un país desarrollado solo consiguiendo tener el PIB per cápita de algún país europeo se verán ingenuos e insuficientes. Y para lograrlo, además de muy buenas y estables políticas públicas (como Start Up Chile), hay que incluir a todos los talentos de la sociedad, muchos de los cuales no tienen oportunidades por carecer de capital cultural, económico o social, pues no "pertenecen" a los colegios o grupos de la élite. ¿Cuánta creatividad se dilapida por no tener cómo encauzarla?
IF, justamente, está intentando hacerse cargo de estos dos temas, no desde una perspectiva paternalista o condescendiente (no desde una mirada filantrópica, podríamos decir), sino desde la convicción de que una verdadera cultura innovadora es incompatible con la discriminación de género, raza, origen o preferencia sexual.
IF apuesta a lo contrario, a ser un lugar de reunión donde la variedad -de todo tipo- sea su riqueza.
Sin ánimo de idealizar Silicon Valley, una de sus gracias es que a nadie le preguntan su origen social ni sus preferencias, sino sus credenciales, y aunque a menudo es un sistema de una exigencia extrema, ha permitido que jóvenes de todo el planeta tengan allí la oportunidad de desarrollar sus ideas.
Es de esperar que esta iniciativa crezca y se expanda. Qué distinto sería Chile si este ejemplo se replicara y las empresas y las instituciones buscaran -intensa y voluntariamente- la diversidad en sus equipos.