Esta película es, ante todo, un prodigio estilístico. Fuera de una introducción y un epílogo muy breves, está construida con un solo plano de cerca de 110 minutos. Se trata de un cierto artificio, porque los cortes han sido escondidos en la edición digital y en algunas transiciones de luz y oscuridad. De todos modos, la cámara se traslada de un lugar a otro, de un personaje a otro, incluso de un tiempo a otro, sin parar, en un vértigo continuo.
Es la estrategia elegida por el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu para narrar la historia de un vértigo interior. El actor Riggan Thomas (Michael Keaton), que 20 años antes fue una celebridad encarnando al superhéroe de historieta Birdman en tres blockbusters de gran éxito, se ha trasladado a Nueva York para mostrar que es un verdadero artista montando una versión teatral de un cuento de Raymond Carver.
El relato lo halla en el frenesí de los ensayos previos al estreno. Circulan en su alrededor su hija Sam (Emma Stone), recién salida de rehabilitación; su ex esposa Sylvia (Amy Ryan), a la que todavía ama; la actriz Lesley (Naomi Watts), deseosa de que la obra sea su oportunidad; su amante Laura (Andrea Riseborough), presionando con un falso embarazo; un actor tan reconocido como insufrible, Mike Shiner (Edward Norton); y una decena de personajes más -incluyendo a la crítica de The New York Times, que desea destruirlo porque viene de Hollywood-, todos los cuales se encargan de enrostrarle que está viejo, que sus glorias son del pasado y que quizá nunca debió dejar de ser Birdman. Hasta hay una voz interior que lo atormenta con lo mismo.
Es, pues, la historia de una tormenta creativa, uno de esos momentos en que el artista se enfrenta desnudo a su obra, pero también a las energías contradictorias que lo rodean, el pasado y el futuro, la vida propia y las ajenas, la memoria y la culpa. La cámara volátil de González Iñárritu lo traduce como un proceso tortuoso y a la vez algo ridículo, donde el artista no puede evitar el descontrol y los excesos en medio de las dudas.
Hay bastante metacine en el proyecto. Desde luego, está Michael Keaton, que logró su gloria haciendo de Batman hace 20 años. Y están las venganzas que González Iñárritu se toma con las superproducciones, los efectos especiales, los personajes de cómic, el cine desechable, los críticos y las redes sociales.
Este es un cineasta de grandes ideas y grandes ejecuciones, como las de Babel o Biutiful, casi siempre en torno a la deprivación y la pérdida. Está muy lejos de cualquier minimalismo y Birdman transmite a lo grande esa visión del desvarío, el vértigo y la futilidad que cineastas como Scorsese, Cronenberg o Cuarón también identifican con la modernidad. Pero el material de base, la crisis del artista, ¿da para tanto? No es el primer caso de una película cuyas ambiciones superan a su material y que, a pesar de eso, conserva el espíritu del desafío. Hay que verla.
Birdman, or (the unexpected virtue of ignorance)
Dirección: Alejandro González Iñárritu
Con: Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone, Naomi Watts, Amy Ryan.
119 minutos.