Señor Director:
Deseo felicitar y agradecer a don Francisco Cumplido C.
la carta que fue publicada el día jueves sobre esta materia. Concuerdo plenamente con ella y con la oportunidad de su publicación.
Deseo contribuir con una modesta experiencia personal sobre la última materia que trata en ella y que deja un poco indefinida: el caso de los niños anencéfalos, es decir, cuyo cráneo -incompleto en el desarrollo embrionario- no contiene cerebro.
Cursando el internado de Obstetricia -Escuela de Medicina UC, 1969-, en el Hospital de Talca me correspondió atender un parto en el que nació uno de estos niños. Cabe explicar que por esos años los diagnósticos prenatales eran aún incipientes, es decir, no sabíamos la condición del niño que iba a nacer.
El niño presentó signos vitales: latidos cardíacos, respiración y movimientos durante los veinte minutos que siguieron a su nacimiento. Tiempo más que suficiente para permitirme bautizarlo, según aconseja e indica la Iglesia Católica.
Puedo confidenciar al señor Francisco Cumplido que no pocas veces he acudido a este niño, sabiendo que goza de la bienaventuranza eterna y de la presencia de la Santísima Trinidad, en el Cielo. Por ello, cuando siento que mi inteligencia se devanea y razona -muchas veces- en forma torpe ante circunstancia difíciles, suelo encomendarme a este niño y me lleno de paz y alegría sabiendo que es mucho más poderosa la gracia de Dios que todos los esfuerzos intelectuales y racionales de las personas más inteligentes de esta tierra.
Dr. Enrique Blanco Martínez