Los méritos de Chile fueron evidentes. Marcó temprano con una jugada de laboratorio, resistió con dignidad el mejor momento de los venezolanos, cuando ellos tomaron el control y lo ejercieron con autoridad, mostrando gran jerarquía ofensiva.
Fue capaz de administrar criteriosamente el descontrol del adversario en el segundo tiempo y a partir del gol de Cristián Cuevas tuvo no solo la posibilidad de ser protagonista por primera vez en este Sudamericano, sino de mostrar la mejor versión de Diego Rojas.
Potente y batallador Ignacio Jeraldino, que debe luchar solo en el ataque, esta vez no hubo proyección de los laterales, que ya suficiente tarea tenían con controlar al rival.
Pero como nunca nos falta la queja, tenía razón Hugo Tocalli cuando se lamentaba de la farra de los últimos 20 minutos, en los cuales Chile debió aprovechar las dos expulsiones y marcar diferencias que pueden ser claves al final del certamen. La falta de contundencia ("¡Jueguen en serio!" llegó a gritarles el entrenador) fue el único factor que impidió un festejo con más entusiasmo de una selección que en el momento clave sacó sus mejores argumentos para seguir en carrera.