Digamos que ya ha pasado el boom del pinot noir, algo que hemos reporteado con cierta detención en Wikén durante los últimos años, teniendo paciencia con los primeros ensayos algo fallidos, y entusiasmo con los avances, que ha habido, y han sido varios.
Ese boom surgió, como se deben acordar, a propósito de una película que ensalzaba a la cepa y que se estrenó en 2004: "Sideways", o "Entre copas", como se le conoció por estos lados, y que fue culpable de que el aumento en el consumo (y en la plantación de pinot) se disparara de manera casi ridícula. Pero tras una década del comienzo de esta moda, el asunto parece haber decantado y hoy, al menos en Chile, hay excelentes ejemplos de la cepa que, por cierto, siguen siendo deliciosas excepciones en un mar de pinot marcado por el dulzor (una copa empalaga) o por el exceso de madurez o de madera o de ambos.
Con menor o mayor éxito, el nuevo camino del pinot parece centrarse más en entender que la cepa no es ni tan delicada ni tan suave como se piensa, sino todo lo contrario. Y, por lo tanto, se la debe vinificar con cuidado si no se quiere obtener un tinto demasiado rústico, pero a la vez tampoco pasarse de revoluciones y lograr algo que en nada se parece al original, a esos tan admirados vinos de la Borgoña que, en apariencia, parecen tan suaves, pero que en realidad son fieras enjauladas.
En ese sentido, San Julián de Maycas o Talinay de Tabalí son muy buenos ejemplos del camino: menos pinot perfumaditos y con olores a frutas, y más foco en la estructura, en las bases que sostienen a esos aromas tan deliciosos que, hasta hace muy poco, no tenían donde afirmarse y se iban tan rápido como llegaban. En otras palabras, pinot noir de mayor longevidad, pero también que se llevan mejor con la comida: acidez que refresca el pedazo de carne, y estructura de taninos que armoniza y lo hace dulcemente digerible.
Pero si el pinot puede ser una catedral de vino, un tinto que te puede hacer llorar de lo complejo que llega a ser, también es una cepa que tiene el potencial para dar tintitos deliciosos en frescor y en simpleza; puros jugos de frambuesa ideales para servirlos fríos con mariscos o pescados, como es el caso de Cruchón, un pinot de Osorno que es tan fácil de beber como complicado de conseguir. Este juguito de la bodega Coteaux de Trumao, de los hermanos franceses Porte, es uno de los mejores de Chile, pero en un registro completamente distinto, para beberlo fácil, pero mostrando con claridad a la cepa.
Dos caminos distintos que -sí, es verdad- representan vinos caros para el común de los bolsillos. El pinot generalmente lo es. Sin embargo, aquí también les incluyo una pequeña lista de buenos pinot a buenos precios para que se adentren en el fascinante mundo de esta cepa que, valga la pena subrayarlo, no necesita estar de moda para ser el origen de algunos de los más importantes vinos en este planeta.
LOS MEJORES 7 PINOT DE CHILECono Sur Ocio P. Noir 2012 Casablanca $50.000
Coteaux de Trumao Cruchon P. Noir 2013 valle de Osorno $15.000
Maycas San Julián P. Noir 2013 Limarí $14.990
Maycas Reserva Especial P. Noir 2013 Limarí $9.990
Montsecano Montsecano P. Noir 2013 Casablanca $18.500
Tabalí Talinay P. Noir 2013 Limarí $15.900
Ventisquero Herú P. Noir 2013 Casablanca $22.900
RICOS PINOT BAJO $5.000Cono Sur Bicicleta P. Noir 2013 Valle central $2.290
Cono Sur Reserva Especial P. Noir 2013 Casablanca $4.490
Männle Männle P. Noir 2014 Itata $4.000
Maycas Sumaq P. Noir 2013 Limarí $4.990
Santa Carolina Estrella de Oro P. Noir 2013 Casablanca $3.690