Nadie puede discutir que B&N hizo una riesgosa apuesta con Héctor Tapia al dejarlo como entrenador del primer equipo, pese a su nula experiencia en esa función a nivel adulto y a los negativos antecedentes de su "ayudantía" con Gustavo Benítez. Pero, en contrapartida, al actual entrenador se le debe reconocer que, como en el póker, pudo haber pasado, esperando una mejor mano y en una época de menores urgencias. No lo hizo, le puso el pecho a las balas y logró desarrollar un trabajo consistente en la cancha y notoriamente solidario en el camarín, aunque dejara la sensación de que su modelo de liderazgo caía en una horizontalidad no siempre muy eficaz cuando se trata de planteles de futbolistas.
El esquema de amigo-jefe-protector le sirvió a Tapia para conformar un grupo convencido de sus fortalezas y muy cohesionado frente a lo que sus líderes naturales advirtieran como amenaza. La estrategia, evidentemente, funcionó con mucha eficacia mientras los resultados fueron favorables. Salvo roces con la gerencia deportiva por la estructuración del plantel y la llegada de un jugador específico (Esteban Paredes), no hubo discrepancias públicas o irreversibles con el equipo directivo y los jugadores transitaron por el sendero de la corrección que casi llegaba a provocar un eterno bostezo.
Las primeras desavenencias serias coincidieron con un Tapia virado respecto de quien había asumido unos meses antes. Al empoderamiento propio de un entrenador ganador, elogiado a un extremo desusado aun cuando se trate de Colo Colo, se acentuaron su estilo obcecado y su modo exigente, esos que dejan muy poco espacio para la negociación y ni un margen para la concesión, que tanto disgusta a los controladores de B&N, acostumbrados a mandar sin contrapeso.
La discontinua sintonía con los puentes administrativos (Arturo Salah y Juan Gutiérrez) y la desafiante conducta por el impasse Barroso que hubo hacia las directrices que emanaron desde el directorio de la sociedad, al principio con timidez y después con apremio, han sembrado incertidumbre en el futuro del entrenador, cuando apenas comenzó el torneo y se aproxima una compleja primera fase de Copa Libertadores.
Aprovechando estas dos derrotas consecutivas, B&N ha hecho saber, con la oblicuidad privativa de quien transmite un mensaje pero no se hace parte oficial de él, que no está conforme con el quehacer de Tapia como máximo responsable del equipo y que hay poco tiempo para corregir. Puede ser un llamado de atención sutil, encubierto, o simplemente una devuelta de mano a varias señales que el técnico envió en otras circunstancias cuando su posición era preferencial. Pero en una relación contractual siempre hay dos partes, aunque una sea la que opere como contratante, y si ambas no logran funcionar coordinadamente y con propósitos comunes, ni siquiera los éxitos puntuales serán capaces de sostener el vínculo en el tiempo. Y así como el directorio de Blanco y Negro está disgustado con Héctor Tapia y evalúa su continuidad al término de contrato en junio próximo, también habría que preguntarle al entrenador si tiene ganas de seguir trabajando con los que hoy mandan el club en esos términos.