Señor Director:

La reciente discusión relativa al proyecto de ley que elabora el Poder Ejecutivo sobre "gratuidad" en educación superior muestra que, en Chile como en otras partes, y hoy como ayer, los dirigentes estudiantiles se sienten parte de una elite iluminada que debe ser respaldada por el resto de la sociedad, caiga quien caiga, cueste lo que cueste, y duela lo que duela.

Días atrás la presidenta de la Federación de Estudiantes de la U. de Chile, Valentina Saavedra, señaló: "Estamos pidiendo gratuidad en la educación, y eso significa que no haya discriminación económica ni académica para garantizar un derecho...". ¿Qué clase de sinsentido es ese? ¿Qué significa? Es como pedir que el Estado garantice el derecho que todos tenemos a conducir un vehículo sin discriminarnos por lo bien o mal que cumplimos con las reglas de tránsito. O como pedir que se garantice nuestro derecho básico a la libertad, independientemente de si somos o no un peligro para la sociedad, o una amenaza al propio derecho a vivir en paz del resto de nuestros semejantes.

Típico de cualquier elite, los estudiantes están pidiendo máximos derechos con mínimas obligaciones. Mi predicción es que si aceptamos hoy esta clase de reclamos, en los años siguientes los veremos presionando para bajar los requisitos académicos necesarios para ser alumno regular o para aprobar los ramos. Y no estoy inventando. Es exactamente lo que ha venido sucediendo en Argentina en las últimas décadas. Lo expliciten o no, instalar aquí el modelo argentino es el sueño dorado de la dirigencia estudiantil chilena.

Al igual que la mayoría de las dirigencias estudiantiles de los países latinoamericanos, la nuestra está constituida por protopolíticos que entienden mucho de lucha por espacios de poder y poco de educación. Si estuviera realmente comprometida con la educación, la dirigencia estudiantil no estaría luchando por el derecho a ser estudiante universitario diletante por los siglos de los siglos, sino por el derecho a la educación inicial de calidad de los niños pequeños, en especial de los provenientes de entornos sociales vulnerables.

La militancia enceguece, Valentina. Es en los niños donde podemos hacer la gran diferencia. Allí hay que hacer la inversión.

Alejandro Clocchiatti
Profesor
Instituto de Astrofísica, Facultad de Física
Pontificia Universidad Católica de Chile