Casi a los 55 minutos de película se inicia un plano secuencia de casi once minutos que puede estar entre lo mejor del cine chileno: arriesgado y pulcro, muy bien actuado, violento y también sutil, porque a veces la cámara acompaña el caminar de los protagonistas -hall, ascensor y la habitación 413- y en otro momento se mantiene en la entrada del hotel y desde la lejanía se escuchan los tiros.
Antes de ese momento hay un par de breves escenas del vehículo por la ciudad, pero en la secuencia previa se recapitulan y presentan los tres protagonistas; aquí, en cambio, hay pisco y pistolas -el subtítulo de "Santiago violenta"- y también montaje y espejos, donde los personajes reflejan y rebotan del cine a la realidad y viceversa.
De ese rebote surgen tres chilenos de unos 30 años, amigos de infancia y ahora reunidos en esta aventura demencial de ambición, lealtad y peligro: Noel (Nicolás Saavedra), Mauro (Matías Oviedo) y Broco (Mauricio Diocares), dueño de la productora Copia Feliz del Edén, devoto de Quentin Tarantino, y por eso el altar donde le enciende velas, hace penitencia y le ruega por favores y bendiciones.
Aunque su obra, hasta ahora, no es el cine, sino fallidos videos de matrimonio, pero Broco insiste, porque Tarantino, en Chile, es una animita.
A "Santiago violenta" hay que darle unos minutos al comienzo, para que un poco despeje ese follaje de pastiche, homenajes y de cine dentro del cine, donde la amenaza es que no exista nada propio y personal y que la película sea un calco sin perfil ni identidad.
Un ejercicio de cine charcutería, donde el producto subdesarrollado mira la vitrina de Hollywood y su mejor oferta son subproductos del tipo fiambre: cameos, guiños, chorizos de cinefilia, tributos, amigos, chistes internos y un triste ejercicio de galería y carnicería.
"Santiago violenta", al contrario, se nutre de los reflejos ladeados, obtusos y difusos del cine de otras comarcas, y la película descubre que todo epicentro chileno es marginal y lateral.
Es un botín de chanchitos de Pomaire, indios pícaros, moais, Condoritos y 200 millones de pesos.
Es la señora Marilyn (Shenda Román), una vieja cantante y una empresaria criminal que es la dueña de la ciudad y de la historia.
Es Noel, Mauro y Broco, que frente al espejo y a la cámara, son trío de héroes del cine de atracos y de acción. Muy vestidos a la moda, alguno a lo Tony Manero, armados hasta los dientes y con ese carácter que mejor se escribe en inglés: cool.
En la realidad son tres pelafustanes criollos, jureles del tipo salmón, quebrados, miserables y cobardones, pero en esta ocasión, por fin y por una vez, están dispuestos a todo.
Hay directores chilenos, y también directoras, que se toman muy en serio y sus películas son aburridas y decepcionantes.
Ernesto Díaz Espinoza anda por otro carril: no se toma en serio y filma "Santiago violenta", una gran película.
Chile, 2014. Director: Ernesto Díaz Espinoza. Con: Nicolás Saavedra, Matías Oviedo, Mauricio Diocares. 83 minutos. Mayores de 14 años.