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Cartas
Domingo 28 de diciembre de 2014
Tribunal Constitucional
Señor Director:
Parte importante de nuestro futuro debate constitucional -ese que quienes aprobaron con ferviente entusiasmo y adhesión la Constitución de 1980 quieren hoy eludir, postergar o reducir a uno que otro cambio menor del texto constitucional que nos rige- se refiere a la índole, competencia e integración del Tribunal Constitucional, un órgano que en las últimas décadas ha sido utilizado muy a menudo por minorías parlamentarias que pierden las votaciones en el Congreso e intentan revertir sus derrotas ante un foro de jueces en cuya designación han jugado un papel más importante sus afiliaciones políticas que su trayectoria y aptitudes objetivas en materias de orden constitucional.
De allí, entonces, la pertinencia de la carta publicada ayer en esta sección por varios profesores de Derecho, quienes piden que en dos designaciones pendientes de miembros del Tribunal se resguarden tanto el prestigio como la independencia de este.
¿Pero cómo resguardar ahora la independencia de un tribunal en cuya composición ha dominado durante décadas la lógica del binominal -un juez proclive a la Alianza y otro a la Concertación-, en una muestra más de la metástasis hecha por un sistema electoral que nuestros legisladores todavía no se deciden a cambiar y que ha contaminado también, a vista y paciencia de todos, la designación de jueces de la Corte Suprema y de integrantes de otros varios organismos públicos? ¿Cómo resguardar ahora el prestigio de un tribunal al que, salvo excepciones, han llegado personas con escasa y a veces ninguna calificación previa de excelencia, y ni siquiera de competencia, en las materias de las que el organismo se ocupa?
Será muy difícil enmendar rumbos si durante casi tres décadas la clase política chilena, de lado y lado, ha banalizado un organismo de la importancia del Tribunal Constitucional.
Agustín Squella