Situada sobre el mítico Estrecho de Magallanes, aislada por infranqueables fiordos y campos de hielo, accesible por tierra solo desde las estepas de la vecina Argentina, o bien por mar o largo vuelo desde el territorio chileno (3.100 kilómetros desde la capital), Punta Arenas parece otro país. Llamada Sandy Point en las cartas náuticas inglesas, la ciudad fue fundada en 1848 y por décadas sirvió como colonia penal, hasta que el desarrollo de la ganadería ovina produjo enormes fortunas y un gran auge de la ciudad. Hasta hoy ello se manifiesta en un aura de esplendor que se mantiene gracias al orgullo ciudadano y el cuidado de sus lugares públicos y monumentos, incluidos teatro de ópera, cementerio, edificios comerciales y bellas mansiones, como la del pionero portugués José Nogueira y su mujer, Sara Braun, construida al estilo del Renacimiento francés, con mansardas, gazebo y un notable jardín de invierno; o el palacio Braun Menéndez, hoy Museo Regional de Magallanes, con su espléndido mobiliario y alhajamiento que dan una idea clara del refinamiento con que se suplía la enorme distancia del resto del mundo.
Punta Arenas también parece otro país por su urbanidad: una ciudad limpia y ordenada, con casas de brillantes colores y dispuestas en un gran anfiteatro hacia el Estrecho. Su paisaje es de una notable coherencia gracias a la evidente voluntad colectiva de conservar el patrimonio construido, y en parte a que no ha sido afectada por terremotos como el resto del continente, no obstante algunos pocos edificios modernos que resultan extemporáneos. Sus plazas, jardines y monumentos están bien mantenidos, sus veredas en buen estado. No hay graffiti.
La ciudad es punto de partida para las expediciones al célebre Parque Nacional Torres del Paine, que atrae turistas del mundo entero. También zarpan desde este puerto cruceros que recorren los fiordos y canales de la Patagonia chilena y argentina. Como en todo antiguo puerto, el encanto de la ciudad también radica en los numerosos extranjeros que deambulan parloteando idiomas diversos, explorando la ciudad y su comercio. Es agradable de caminar, porque ha mantenido su carácter, adaptándose a los requisitos de la modernidad. Resulta ejemplar el inédito concurso para la Biblioteca Pública de Magallanes, recientemente jurado, que conservará y adaptará las dependencias de la histórica cárcel de la ciudad junto a la Plaza de Armas.
En esa bella plaza hay enormes cipreses, y al centro una escultura de bronce representa a Hernando de Magallanes rodeado de nativos patagones. El pie de uno de ellos llega al alcance del público, y es tradición besarlo para volver a la ciudad. Naturalmente, siempre es bueno regresar.