Howard Burkan (Simon McBurney) recurre a su amigo inglés Stanley Crawford (Colin Firth), que actúa como el prodigioso mago chino Wei Ling Soo, para que le ayude a desenmascarar a una supuesta médium que tiene fascinada a una opulenta familia norteamericana, los Catledge, residente en una villa de la Costa Azul francesa. Stanley acepta el desafío, aun a costa de postergar unas vacaciones con su novia Olivia (Catherine McCormack).
Esa es la premisa de esta película: un racionalista a ultranza debe enfrentarse a la forma de irracionalismo que representan las visiones y las invocaciones. Stanley es un provocador del materialismo, un hombre que cree que la realidad no es más que lo que hay y que no existe nada fuera de los límites de la lógica y la razón.
Como un mago experto, está seguro de que la magia no es más que ilusionismo, un conjunto de engaños que cuentan con la imperfección de los sentidos. Y para qué decir que el hijo embrujado de los Catledge, Brice (Hamish Linklater), es un perfecto niño rico estúpido, confirmación a priori de que todo debe ser un fraude.
Pero la joven médium, Sophie Baker (Emma Stone), sorprende a Stanley adivinando muchos de sus propios secretos y aunque la compañía constante de la madre (Marcia Gay Harden), administradora de los talentos de Sophie, bastaría para sospechar de la presencia de un negocio, el racionalista comienza a dudar, entre otras cosas porque lo va tocando de a poco ese tipo de magia que suele ser más carnal que inmaterial: la fascinación por la joven.
Así que el escéptico Stanley no es tan duro como parece, como no lo es tampoco ninguno de los personajes de esta comedia ultralight, donde hasta las preguntas fundamentales quedan reducidas a conversaciones de jardines y sobremesas. Es lo que ocurre en muchas otras cintas de Woody Allen, Desmontando a Harry, Melinda y Melinda, Medianoche en París, continuos y recurrentes testimonios de una inclinación adolescente instalada en un hombre que se niega a madurar.
Si todo el cine del mundo desapareciera de un golpe y solo quedaran las películas de Woody Allen, se tendría la impresión de que los límites del cine fueron estrechos y menores, que nunca pudo superar el estadio de la anécdota ocurrente y que jamás podría compararse con las grandes obras artísticas que exploraron las honduras de la condición humana. Por fortuna, no es así.
Lo que es cierto, lo que hay, lo único que hay -como diría Stanley- es esta película, otra pequeña obrita liviana como una pluma y olvidable como una broma.
Nada muy grave.
Magic in the moonlight.Dirección: Woody Allen.
Con: Colin Firth, Emma Stone, Eileen Atkins, Simon McBurney, Hamish Linklater, Marcia Gay Harden.
97 minutos.