Después de "Blue Jasmine" (2013), que fue una película notable y desgarrada, Woody Allen toma aire y se da un respiro, cambia de tercio y después de filmar un episodio devastador, ahora relata un episodio menor y poco estridente.
El director sigue adelante, con la profesión y el trabajo de estrenar un título al año desde hace 22 años, y esta es su película número 44.
Es Berlín en 1928 y en un teatro caro y elegante se presenta el mago chino Wei-Lin-Zu, que es capaz de hacer desaparecer a un elefante desde el escenario ante el asombro de un público que lo idolatra.
Wei-Lin-Zu parece arrogante y superior al resto de los mortales.
El mago, por cierto, no es chino, sino inglés; su nombre es Stanley Crawford (Colin Firth) y a este personaje se le encomienda una misión difícil, que acepta con agrado, porque en realidad el único soberbio de la historia no es un chino inexistente, sino un inglés culto y refinado que no puede evitar el cinismo y la ironía y, en el fondo, el desprecio al resto del mundo.
Crawford es el representante de un personaje que en primera o segunda línea recorre el cine de Woody Allen: el agnóstico o ateo, lúcido, ácido, repleto de lecturas y un semidiós en su reino de conocimiento y perspicacia, donde el desdén puede ser inaguantable.
Este personaje es un mago occidental, abundan en Nueva York, también los hay europeos; se les denomina genéricamente intelectuales y Crawford es racional, lógico, deductivo, leído, desconfiado y descreído.
Este personaje es la estrella de "Magia a la luz de la luna". Un mago con una misión: desenmascarar a una falsa vidente, a una médium, que embauca y engaña a la gente rica en la Costa Azul y por la Provenza.
Su nombre es Sophie Baker (Emma Stone) y es joven, delgada, tiene ojos grandes y por eso un joven millonario la quiere con desesperación, incluso le canta y toca el ukelele, sin saber ni lo uno ni lo otro.
Esta es una comedia romántica donde la receta es retener los buenos momentos y olvidar los malos, como si esa fuera la fórmula para el amor y la felicidad.
Y entre los buenos momentos está el music hall, el cine, el charleston, los chistes ocurrentes, un gran libro, el jazz e incluso algunas dudas, porque en la película hay un momento de sorpresa, humildad y recogimiento: cuando el mago occidental, el intelectual descreído, le reza a Dios.
A lo mejor no es exactamente una plegaria, pero tampoco hay que ponerse exquisito, a lo mejor Dios no existe; o a lo mejor existe, y en ocasiones escucha a los intelectuales arrogantes.
Los amantes, entonces, son Wei-Lin-Zu, el gran mago chino, y Sophie Baker, una joven que dice ser vidente. Y esta es una historia de amor.
Sin embargo, el cine de Woody Allen está poblado de embaucadores, falsificadores, mentirosos y prestidigitadores. También de arribistas, trepadores y oportunistas.
Y quizás toda historia de amor es un fraude.
Tampoco hay que alarmarse: esta es la comedia de la vida.
"Magic in the moonlight". EE.UU., 2014. Director: Woody Allen. Con: Colin Firth, Emma Stone, Simon McBurney. 97 minutos. T.E.