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Editorial
Jueves 18 de diciembre de 2014
La pregunta en seguridad
Esa modernización no puede responder a improvisaciones intuitivas, teóricas o ideológicas de parche, como ocurre con tanta frecuencia, sino que debe apoyarse en rigurosa elaboración técnica sobre base empírica.
¿Hemos avanzado el 2014 en seguridad pública? Los datos duros y la percepción popular coinciden en que no. La delincuencia ha aumentado en número de casos y en grado de organización y peligrosidad; sigue creciendo la tasa de delitos contra la propiedad, con mayor nivel de violencia, e incluso con asaltos de inédita espectacularidad y monto de botín; los atentados con bombas y la extensión del narcotráfico son evidencias inocultables, y todo lo anterior con altísimo nivel de impunidad.
La renovada recurrencia al antiguo recurso de imputarse responsabilidades entre adversarios políticos y entre las instituciones del área no mejora en nada esta situación. Cabría esperar de las instituciones comprometidas en la lucha contra la delincuencia que concurriesen a concordar las modernizaciones indispensables y tan largamente pendientes, antes que el temor y la indignación de la ciudadanía generalicen los episodios de "justicia ciudadana" que se han observado en las últimas semanas y que no pueden sino reprobarse.
Esa modernización no puede responder a improvisaciones intuitivas, teóricas o ideológicas de parche, como ocurre con tanta frecuencia, sino que debe apoyarse en rigurosa elaboración técnica sobre base empírica. Esto exige que todas las partes convengan de verdad en que "esto no puede seguir así", como bien lo declaró públicamente el ministro del Interior el 5 de noviembre pasado, y, por tanto, urge fijar, de hecho y no como frase retórica, una política de Estado. Otros países lo han logrado y nada obstaría a que Chile también lo hiciera.
Es imperioso dejar atrás visiones preconcebidas. Quien delinque no lo hace solo por ser producto de un cuadro social desventajoso, pese a lo que a veces se piensa; si así fuere, no existiría, entre otros, la denominada "delincuencia de cuello y corbata". Tampoco se delinque solo a resultas de un cálculo frío que anticipe una muy baja o nula probabilidad de ser sancionado (si así fuere, las tasas delictivas en Chile serían bastante peores que cuanto lo son). La realidad es mucho más compleja, pues ambas visiones contienen porciones de acierto, y el éxito de un sistema de seguridad pública que funcione aceptablemente -ninguno será jamás perfecto- depende de comprenderlo así y buscar permanentemente un adecuado equilibrio institucional en consecuencia.
Y, por cierto, el terrorismo requiere un especial esfuerzo de abandono de ideologismos. Él es un problema distintivo de nuestro comienzo de siglo, iniciado por las Torres Gemelas y que hoy tiene al mundo enfrentado con un "Estado Islámico" que invoca presuntos respaldos religiosos. Chile no puede cerrar los ojos y creer que tendrá éxito minimizando su realidad y designándolo con otros nombres, cuando el sentido común más básico dice lo contrario. El atentado en la estación del metro en pleno día fue una advertencia que sería trágico ignorar.