En la arquitectura clásica -la de la Grecia antigua, luego adoptada por la Roma imperial y más tarde inspiración del Neoclasicismo que rigió en los siglos 18 y 19- se denomina "entablatura" al conjunto de elementos horizontales, molduras y ornamentos que se posan sobre las columnas del edificio. El origen estético de la entablatura es interesante, pues representa los elementos estructurales de madera con que se construyeron los primeros templos de la antigüedad, lenguaje arquitectónico que con el tiempo se fue "petrificando" en busca de la monumentalidad y trascendencia que solo el mármol podría asegurar. De esta manera, sobre las columnas se posa el arquitrabe o gran dintel; sobre este el friso, compuesto alternadamente de triglifos (representando el envigado) y metopas; y sobre el friso la cornisa que remata la entablatura y recibe la techumbre. Este orden es parte de un estricto sistema de reglas de composición que se remonta a tres mil años en nuestra historia, fundamento vivo de toda la tradición arquitectónica de Occidente. Tanto es así, que hasta hace apenas 50 años la enseñanza de la Arquitectura se iniciaba con el perfecto manejo de los órdenes clásicos, tal como aún se le exige al estudiante de leyes el derecho romano, al de Medicina la anatomía o al de Música la armonía.
Hace algunas semanas concluyeron los trabajos de restauración de la Iglesia de la Divina Providencia, gravemente dañada tras el terremoto de 2010. La mayor pérdida fue la cúpula del campanario, cuyos escombros quedaron esparcidos en el suelo; también sufrieron los gruesos muros de la nave. Vimos cómo se levantaba, aunque con largas pausas, una estructura de acero que reemplazó la antigua torre de mampostería. Terminada ya la nueva cúpula con sus ornamentos, hecha de reluciente hojalata, nos parece que la restauración delata en todos sus detalles una excesiva economía y levedad material que no se condice ni con el recuerdo ni con lo que el estilo del edificio demanda. Pero si dudamos del resultado del campanario, el pabellón anexo nos deja pasmados. Aquí la restauración de la fachada ha terminado en una tragicómica confusión de los elementos y ritmos de la entablatura, confusión que solo puede ser producto de la improvisación o falta de supervisión.
Esta fachada mal restaurada en plena avenida Providencia representa una triple paradoja: que por siglos las iglesias han sido las principales guardianas de las Bellas Artes; que, como hemos visto, se ignoran principios elementales de la arquitectura clásica, y por último, que mientras más recursos tenemos como país, más indiferentes parecemos ser con la belleza, la historia y la disciplina.