No corren buenos días para la UDI. De eso, pocas dudas caben. La "bomba Penta" parece estar recién iniciando su detonación, y todavía no es posible dimensionar los alcances de las esquirlas, pero es evidente que serán enormes.
Llamadas de políticos. Maletines de dinero en efectivo. Boletas de cónyuges, secretarias y choferes. Fundaciones "truchas". Informes inexistentes. El caso Penta, en su arista del financiamiento político, parece estar mostrando la cara oculta de la luna. Aquella que muchos sabían que existía, pero a la que preferían desconocer. Un problema que no es patrimonio ni de Penta ni de la UDI ni de Chile.
¿Cuántos políticos podrían desnudarse en público para mostrar su financiamiento? ¿Cuántas empresas podrían desnudarse en público y mostrar sus aportes? ¿Cuántos otros casos Penta existieron y siguen existiendo?
Probablemente, Carlos Eugenio Lavín tenía razón cuando dijo en la grabación que "la cagada es demasiado grande". Probablemente por eso es que el caso empiece y termine en Penta, sin que nadie se atreva a levantar la alfombra. Probablemente por eso es que la UDI termine siendo -por lejos- la principal afectada.
En medio de esta vorágine, el partido vivió esta semana su segunda tormenta, tras el minuto de silencio solicitado por el diputado Urrutia para conmemorar los 8 años de la muerte de Pinochet. El homenaje fue destacado en los principales diarios del mundo (no sólo en la "prensa marxista", como le gustaba decir al general).
La mayoría de los diputados del partido que no estuvieron en el homenaje no se encontraban en la sala, razón por la que no asistieron. Otros salieron a regañadientes, pensando probablemente en las consecuencias electorales. La única excepción fue Jaime Bellolio, que valientemente explicitó su rechazo. Pero adentro se quedaron diez; entre ellos, el ex presidente del partido.
El largo minuto desenmascaró el verdadero problema de la UDI, que no es su financiamiento, sino que su falta de renovación. Y su postura frente a Pinochet es simplemente un síntoma de ello.
Un partido que sigue señalando en su declaración de principios que las Fuerzas Armadas deben "garantizar el orden institucional de la República", o que "el debilitamiento del matrimonio, la legalización del aborto y la permisividad frente a la pornografía y las drogas son síntomas que se fomentan por la nueva expresión gramsciana del marxismo", es un partido que requiere una urgente transformación.
Este es el mismo partido cuyo fundador, en el fondo, no creía en la democracia. El mismo partido cuyos integrantes fueron incondicionales de la dictadura. Son los mismos que se restaron del "acuerdo nacional". Los mismos que no estuvieron disponibles para los acuerdos de la transición. Los mismos que no quisieron terminar con la diferencia de hijos ilegítimos. Los mismos que han sido excesivamente dogmáticos en lo económico, excesivamente temerosos en lo político y excesivamente conservadores en lo valórico.
Es cierto que esa es la cara fea, y en cierta forma está caricaturizada. Es cierto también que en política son pocos los que tienen un registro sin manchas.
La UDI también tiene un lado "medio lleno". Es el mismo partido cuyos integrantes abandonaron el clasismo propio de la derecha. Son los mismos que terminaron transformándose en el partido más grande de Chile. Son los mismos que con Longueira a la cabeza permitieron sortear un escollo institucional profundo en la presidencia de Lagos. Y son los mismos que, disciplinadamente, defendieron algunas de las más importantes banderas de la libertad.
Sin embargo, en la medida en que gran parte de la izquierda en Chile ha vuelto atrás en sus propuestas y mira el pasado como el camino a seguir en el futuro, es necesario que la derecha avance hacia delante, y la UDI es parte fundamental en ello. Cuando se le pide a la izquierda renovación, lo básico es partir por casa. La llegada de Ernesto Silva pudo haber sido la oportunidad -por ser un representante de la generación joven-, pero hasta ahora las señales van justo en la dirección opuesta.
La frase atribuida a Joseph Pulitzer respecto a que las "crisis son oportunidades" se ha transformado en un lugar común. Quizás es mejor la frase del antiguo romano Publio Siro, que dijo: "la oportunidad se presenta tarde y se marcha pronto". La UDI necesita un urgente cambio de piel, y esta es quizá su última oportunidad para realizarla.
Si ello termina ocurriendo, lo esperable es que en el futuro si a alguien se le ocurre volver a hacer el minuto de silencio, espontáneamente sus militantes -usando el título del video que hizo recientemente el partido- digan "yo me rebelo".