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Cartas
Domingo 07 de diciembre de 2014
Prejuicio y homoparentalidad
Señor Director:
Los miembros del directorio de la Fundación Iguales, en carta del 29 de noviembre, insinúan que yo comparto los habituales prejuicios en contra de las personas homosexuales. Responderé solo para evitar malentendidos.
En mis cartas me he limitado a cuestionar la repetida afirmación de mis contradictores de que estaría "demostrado" que no hay diferencias entre los niños criados en hogares homo y heteroparentales, cuanto más que en las ciencias humanas no se puede "demostrar" nada, sino solo "mostrar" que algo es más o menos razonable.
Respecto del supuesto prejuicio, debo decir que, por el contrario, siento la mayor admiración por el mundo homosexual y por las extraordinarias contribuciones al arte, la literatura y las ciencias que han hecho personas de esta condición a lo largo de la historia. Tampoco tengo ningún inconveniente para que vivan en pareja, cualquiera sea el nombre que se le dé a este tipo de unión. El problema está en la adopción, porque al afectar a seres indefensos, el tema requiere ser tratado con seriedad y considerando todos sus matices.
Por una parte, hay argumentos en contra, dos de los cuales mencioné en mi carta del 14 de noviembre: la distinta calidad del apego en el caso de dos padres y de la triangulación (que permite la identidad), en el caso de dos madres. Hay también argumentos a favor, como la ventaja que tendría la adopción en el caso de niños abandonados, algo con lo que estoy plenamente de acuerdo. La razón es que en el apego lo importante es la permanencia de la persona de la cual el niño depende, algo que no ocurre en un orfanato. Este argumento se ve reforzado por una investigación realizada por Anneliese Dörr y Cecilia Banz (2010). Ellas compararon las descripciones de niños ferales (criados por fieras) con las de niños institucionalizados, encontrando que aun cuando los primeros carecían de lenguaje, mostraban un mejor desarrollo emocional e incluso ético que los segundos.
La primera prioridad debería ser entonces el darle al niño la oportunidad de tener a alguien en particular a quien apegarse. Ahora bien, esto no legitima la creación de nuevas formas de familias por medio del alquiler de úteros, en el caso de la copaternidad, o de la inseminación artificial en el caso de la comaternidad. En este caso, no se trataría de ayudar a un niño que ya existe, pero en condición de abandono, sino de forzar a la naturaleza al nacimiento de un ser, considerando ante todo el beneficio de los padres o madres y no el de ese niño que de seguro hubiera deseado tener un papá y una mamá.
Por último, una breve reflexión sobre el siempre aludido tema del prejuicio. Es muy difícil aproximarse a la realidad desde una postura carente de todo concepto previo. El prejuicio no es un juicio errado, sino como dice Gadamer en su obra "Verdad y método" (1984, pág. 337), "un juicio que se forma antes de tener la prueba definitiva de todos los momentos que son objetivamente determinantes"; con otras palabras, el prejuicio es una suerte de hipótesis que tendrá que ir confirmándose, enriqueciéndose o debilitándose a lo largo de la experiencia. Visto así, ambos, tanto el directorio de la Fundación Iguales como el suscrito, nos hemos acercado a este problema desde tradiciones y maneras de pensar, aparentemente opuestas, pero que pueden llegar a confluir si mantenemos una actitud abierta hacia la mirada del otro, esperando que futuras investigaciones más rigurosas permitan que nuestros respectivos "pre-juicios" se transformen en "juicios" que se acerquen lo más posible a la verdad.
Dr. Otto Dörr
Academia de Medicina del Instituto de Chile Centro de Estudios de Fenomenología y Psiquiatría UDP