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Editorial
Viernes 28 de noviembre de 2014
PC: del testimonio al oficialismo
Si la estrategia del PC de participar del establishment subsistirá o no en el tiempo, es todavía una pregunta abierta, y probablemente dependerá del balance de costos y beneficios que eso le acarree...
El ingreso del Partido Comunista a la Nueva Mayoría -la alianza construida durante el gobierno de Piñera y que luego triunfó en las últimas elecciones parlamentarias y presidenciales- implicó un importante cambio en la estrategia que hasta ese momento había llevado adelante esa colectividad. Este cambio venía gestándose desde que Guillermo Teillier asumió la presidencia del partido. Antes de eso, Gladys Marín había ejercido un fuerte liderazgo desde la restauración democrática, con una posición ideológica ortodoxa -pese a la caída del Muro de Berlín- no solo en lo doctrinario, sino también en sus opciones políticas frente a la coyuntura. Marín evitó pactar con la Concertación, lo que le significó al PC estar ausente del Congreso, y siempre buscó las opciones presidenciales en alianzas distintas de aquella del conglomerado gobernante, incluyendo su propio nombre como candidata presidencial en una ocasión. Esa postura, descrita como "testimonial", buscaba marcar una diferencia con la izquierda gubernamental, aunque ello fuera a costa de no tener cargos de representación popular.
El prematuro fallecimiento de Marín y la llegada de Teillier a la presidencia del PC significaron un cambio importante en su definición estratégica. Desde el primer momento, Teillier buscó alejarse del planteamiento "testimonial", para adoptar un enfoque pragmático, que permitiese a su colectividad participar de manera más activa del quehacer político del país, procurando intervenir en las decisiones tácticas y estratégicas del mismo. Ello implicó, naturalmente, pasar a formar parte del establishment de manera clara y no ambigua, transformándose en un actor que participaba no ya desde la trinchera del "testimonio", sino de la mesa de negociación de quien busca influir en los destinos del país. Eso le permitió profundizar los pactos por omisión en las elecciones parlamentarias, y luego negociar su ingreso a la Nueva Mayoría, y, por esa vía, al Gobierno.
Pero formar parte del Gobierno acarrea costos, como sus militantes han podido constatar. Los representantes más relevantes del PC en el mundo sindical -Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT, y Jaime Gajardo, presidente del Colegio de Profesores- han debido modificar los planteamientos que quisieran hacer a sus afiliados para hacerlos más funcionales al Gobierno, resintiendo con ello su sintonía con los grupos que los apoyan. Una de sus parlamentarias más jóvenes, la emblemática Camila Vallejo, optó por alinearse con la agenda educacional del Gobierno, más que con aquella de las bases del movimiento "estudiantil", lo que junto con su postura rígida en otras materias, de poca empatía con el votante, la ha transformado en uno de los personajes políticos con más detractores en las encuestas de opinión. Además, el PC ha visto mermar su representación en las elecciones estudiantiles que han tenido lugar este año. Y cuando alguno de sus personeros ha querido marcar con fuerza sus puntos discordantes con la línea oficial -Eduardo Carrasco, embajador en Uruguay, acusando a la "derecha" de los bombazos, y Juan Andrés Lagos, del Ministerio del Interior, insultando a un diputado de la UDI- han debido retractarse de sus dichos el primero, y renunciar a su cargo el segundo.
Si la estrategia del PC de participar del establishment subsistirá o no en el tiempo, es todavía una pregunta abierta, y probablemente dependerá del balance de costos y beneficios que eso le acarree. A su vez, ello estará fuertemente determinado por la dinámica política que se dé durante el resto de este gobierno, lo que, en el actual escenario, no resulta fácil de anticipar.