Una de las principales diferencias entre el film noir clásico y el neo noir que ha resurgido con fuerza en los últimos años radica en el equipamiento psíquico de sus protagonistas. El antiguo detective privado -el prototipo Philip Marlowe o Mike Hammer o J.J. Gittes- era un sujeto escéptico, que se protegía mediante el cinismo de un mundo que insistía en enseñarle la infinitud de la bajeza. Cada nuevo caso era una confirmación de que la especie humana puede no tener fondo y, por lo tanto, una nueva razón para cultivar la desconfianza. De su pasado se sabía poco, solo la vaga sombra de algún desarreglo sentimental o una mala experiencia profesional.
La amargura del detective moderno procede menos del mundo exterior que del interior. Su escepticismo nace de un conflicto consigo mismo, por lo general un suceso traumático del pasado que lo mantiene prisionero y atormentado. Los antagonistas lo confirman no en el escepticismo frente al mundo, sino en la profundidad de su daño. Está más cerca del caso clínico que del existencialismo, aunque este último no ha sido expulsado del todo.
Esta descripción se aplica a Matthew Scudder (Liam Neeson), un policía retirado de Nueva York que ahora ejerce como sabueso privado "sin licencia". La acción principal se sitúa en 1999, pero se inicia ocho años antes, y la primera frase que se escucha es el consejo que un compañero le da a Scudder: "Necesitas ayuda, amigo". Luego sabremos que Scudder fue alcohólico y enfrentó un suceso violento que terminó con su carrera. De momento, la película se encarga de advertirnos lo que después repetirá una y otra vez: que este hombre carga con un pasado doloroso.
La intriga detectivesca arranca cuando el narcotraficante Kenny Kristo (Dan Stevens) busca a Scudder para que le ayude a encontrar a los hombres que secuestraron a su mujer. Aunque Kristo pagó el rescate, le devolvieron el cuerpo descuartizado. Entonces, con renuencia y a contrapelo, Scudder comienza a entrar en el mundo de la droga, la DEA, los dobles agentes y los crímenes salvajes. Como si esto no fuera suficiente, y sin que se sepa muy bien por qué, la película incorpora además a un par de psicópatas gay que pronto ocupan el centro de todo.
Esta es una cinta sobreescrita, con un guion pesado, unas ideas cargantes y varios personajes cuya ausencia no cambiaría nada. Cuenta, eso sí, con el beneficio anticipado que siempre tiene el film noir: es climática, está cargada de paranoia y con esos valores se defiende de cualquier exigencia de coherencia narrativa.
Es el segundo largo de Scott Frank, que precisamente tiene una dilatada carrera previa como guionista. La conclusión provisional es que atravesar la línea entre los dos oficios puede ser una pésima idea.
A walk among the tombstones.Dirección:Scott Frank.
Con:Liam Neeson, Dan Stevens, Boyd Holbrook,Brian "Astro" Bradley, David Harbour.
114 minutos.