Sofía Olivari Claro (Amparo Noguera) es una profesora básica en Ventanas, y el paisaje urbano de una zona de castigo es el atlas desplegable de la película.
Estas son ciudades destinadas al sacrificio, Ventanas y Quintero, y la colección de imágenes refleja la suciedad y contaminación que provoca la industria.
"Aurora" filma la monumentalidad de esas pirámides poderosas, humeantes y amenazantes, donde ya no es la naturaleza lo imponente, sino una gigantesca construcción metálica de tuberías, tanques, refinerías, chimeneas y muelles.
Y a la distancia, entre bruma y aire turbio, los barcos esperan los depósitos o las descargas.
Esta es una escala donde la altura y el peso de un ser humano son nimios, insignificantes y casi no existen.
A nadie, por tanto, le debería importar una persona de 46 centímetros de altura y tres kilos y medio de peso; padres desconocidos, nació sin nombre y además parte de su cuerpo fue devorado por las aves de rapiña que sobrevuelan las montañas de basura.
A nadie excepto a Sofía, esa profesora con pena y determinación, porque hace años que lo intenta junto a su marido, Pedro (Luis Gnecco), pero aún no consigue un hijo o una hija en adopción.
Esta mujer decide darle humanidad a lo que apareció muerto en una bolsa plástica incrustada en un tambor del vertedero. Y lo primero es entregarle un nombre: Aurora.
El director Rodrigo Sepúlveda, en "Padre nuestro" (2006) y ahora en "Aurora", viaja por un ramal que parecía oxidado y abandonado, donde la estación principal sigue siendo "Largo viaje" (1968), de Patricio Kaulen.
Un cine de raíz cristiana, una historia que busca hablar con los muertos y la película quiere darles sentido a las vidas de sus protagonistas.
En "Padre nuestro" el eje es un viejo que está por morirse y en "Aurora", es una persona que no alcanza a respirar.
El primero se despide, la niña casi no llega y ambos merecen lo que tanto quiere entregar la profesora Sofía: cariño, humanidad y un lugar en el mundo.
Es posible que el papel de Amparo Noguera, por su protagonismo, resalte por sobre el resto, porque se trata de una actuación contenida y sin estridencia. La película no recurre a las explosiones emotivas ni a los descubrimientos sicológicos y hasta las lágrimas son con cuentagotas.
El resto del reparto asume el mismo registro y eso les confiere una particular nobleza, porque hablan con los hechos y no con las palabras: Pedro, un esposo devoto y leal; el juez Barría (Jaime Vadell), un hombre que asume que hay cosas que no entiende; y la amiga librera (Mariana Loyola) siempre al lado de Sofía.
El sentimiento central de la película es un bien raro y escaso: hacer el bien porque sí.
Hacer lo correcto para que alguna vez, en una zona de castigo sucia y contaminada, se produzca la transformación y aparezca la aurora.
Y por eso el nombre, el cortejo y la cristiana sepultura: para que la Tierra vuelva a ser limpia, justa y buena.
Chile, 2014. Directores: Rodrigo Sepúlveda. Con: Amparo Noguera, Luis Gnecco. 93 minutos. TE.