Señor Director:

Según la Agencia de la Calidad, el 64% de los alumnos de 8° básico no domina los contenidos de 5° básico en matemática, y 39% solo alcanza los niveles de lenguaje de 3° básico. Esto es difícilmente recuperable en la enseñanza media.

Independientemente del lucro, copago y selección, que es necesario terminar gradualmente; de si son escuelas privadas o públicas; de la obvia necesidad de mejorar la carrera docente, la obsesión curricular insiste en "pasar materia" a niños que no entienden lo que leen ni lo que es un número en su concepto de fondo. Su comprensible reacción es la desconexión de lo que ocurre en el aula y la desmotivación. Esto también ocurre en escuelas particulares pagadas.

Este fenómeno perverso se refuerza con la exigencia de preparación y rendición mecánica de Simces de 2°, 4°, 6° y 8° básico, 2° medio y 3° medio de inglés.

Esto constituye una pérdida de tiempo y un desgaste monumental, que además arruina el clima del aula y el ánimo de los profesores.

Una reforma de costo casi nulo y de rápido despliegue consistiría en reducir la presión curricular, y autorizar seis u ocho horas semanales adicionales sin clases lectivas, para dedicar a los profesores a nivelar a los estudiantes más atrasados, y hacer talleres de creatividad, arte o deporte para los más avanzados, quienes además podrían tutorar a los más atrasados, práctica reconocidamente virtuosa.

Nadie debiera sancionar a profesores ni directivos si se dedican a nivelar a sus alumnos más atrasados, y a la larga es evidente que obtendrán mejores resultados de aprendizaje. En los países avanzados el lema es "enseñar menos pero mejor", aquí es "más pero peor".

La presión burocrático-curricular y del Simce de excesiva frecuencia debe terminar a la brevedad.

Mario Waissbluth
Educación 2020