Esta película comienza y termina con el mismo plano, pero en la última vez ha cambiado completamente de sentido, lo que evoca esos experimentos de Dziga Vertov en el cine soviético de la década del 20 o los razonamientos de Raúl Ruiz acerca de las múltiples funciones del plano. Modificado el contexto, el plano transforma sus significados, algo un tanto obvio, o por lo menos común a los núcleos sintácticos de cualquier lenguaje.
Perdida juega y hasta se burla un poco de esa obviedad semántica. También lo hace al nivel de la intriga. En la mañana de su quinto aniversario de matrimonio, Nick Dunne (Ben Affleck) sale de su casa y regresa para descubrir que su esposa, Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido. La policía interviene, encuentra huellas de violencia en la casa y, desde luego, pone a Nick como principal sospechoso. Los programas de televisión hacen que el caso se convierta en causa.
La estructura narrativa parece laberíntica, como un reflejo de los laberintos intelectuales de los protagonistas. Pero, analíticamente desmontada, ya no lo es tanto (lo que también significa que los personajes no son tan complejos como parecen). La primera hora reconstruye la historia de la pareja desde la perspectiva de Nick, alternando entre el pasado y el presente. Nick y Amy son jóvenes inteligentes, sofisticados y prósperos. Pero a medida que avanza el matrimonio, Nick cede a sus satisfacciones personales, mientras Amy se hunde en la idea de que su marido ya no la quiere y que hasta podría asesinarla.
La segunda hora del metraje se ancla en el presente, ahora con énfasis en la mirada de Amy, desde el 5 de julio (el día de la desaparición) hasta finales de septiembre, unas 13 semanas en total. Aquí la alternancia no es entre tiempos, sino entre puntos de vista: la investigación judicial sobre Nick y las maniobras de Amy para incriminarlo.
No se puede decir que las mujeres salgan muy bien paradas de esta historia; cuando no son falsas víctimas, son unas víboras sin moral (la presentadora del matinal las aventaja a todas). Pero esto no salva a los hombres, que se mueven sin excepción entre la estupidez y el cinismo. Esto no es raro tratándose del cineasta David Fincher, que se desplaza siempre en el lado oscuro de la condición humana, recargado por una visión sombría de las modas sociales, el papel de los medios y la globalización. Hay en su cine una cierta pendiente nihilista que lo pone más cerca de Stanley Kubrick que de Alfred Hitchcock.
Como Kubrick, Fincher no es sintético. Para construir Perdida utiliza dos horas y media, una población de personajes con los cuales no es posible empatizar y una larga serie de volteretas, pistas equívocas y líneas paralelas. Como filma tan bien, Fincher siempre es más interesante que la mayoría de sus colegas en el cine norteamericano, incluso cuando una cinta tan seductora como Perdida tenga al mismo tiempo un cariz paquidérmico.
Gone girl.
Dirección: David Fincher. Con: Ben Affleck, Rosamund Pike, Carrie Coon, Kim Dickens, Tyler Perry, Missy Pile. 149 minutos.