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Cartas
Viernes 31 de octubre de 2014
"Nicolás tiene dos papás"
Señor Director:
El debate suscitado en relación con el libro "Nicolás tiene dos papás" me recuerda lo que ocurrió en Inglaterra hace más de 25 años, cuando en la portada de un libro de lectura para niños y niñas de kínder, se mostraba la escena cotidiana de los padres leyendo en la cama un libro de cuentos a una pequeña niña. Al igual que el cuento de Nicolás, ella tenía dos papás.
La idea detrás de esa propuesta educativa era mostrar en ambientes cotidianos la diversidad de estructuras familiares que estaban apareciendo más públicamente, con el principal objeto de evitar discriminaciones arbitrarias hacia esos niños. Un cuarto de siglo después, la evidencia generada por el Centro de Investigación de la Familia de la Universidad de Cambridge ha mostrado que los niños criados por familias homoparentales no presentan diferencias en cuanto a su bienestar psicológico en comparación con sus pares, tienen una identidad de género en línea con su sexo biológico y muestran un comportamiento típico de género similar al de sus pares.
A su vez, los mismos estudios mostraron la existencia de bullying homofóbico, que no era enfrentado de igual manera que el bullying racista. Esta experiencia inglesa contribuyó a que las escuelas primarias estuvieran más dispuestas a hablar sobre "distintos tipos de familias", pensando siempre en el bienestar primario de los niños.
Desde esta mirada, estoy en completo desacuerdo con la carta de Ricardo Salas, publicada este jueves, en la cual señala que el Estado infringe el derecho de los padres a educar a sus hijos con libertad, cuando los obliga a recibir una enseñanza que ellos rechazan. Por cierto que los padres pueden y deben elegir la cosmovisión que desean para sus hijos. El Estado, por otra parte, debe propiciar iniciativas que fomenten, especialmente en los más pequeños, el respeto a la dignidad de todas las personas y que no estigmatice a los niños según la conducta sexual de sus padres. Esto incluye a los hijos criados por familias homoparentales, por madres solas por opción y, por cierto, también a los hijos de padres divorciados.
He leído el libro y me parece que es tremendamente respetuoso de las distintas estructuras familiares, sin pretender hacer una apología de las relaciones homosexuales. Cuando aceptemos que la homosexualidad no es una enfermedad ni una "desviación", y que tampoco "se contagia", y reconozcamos que es valioso que nuestros hijos, por pequeños que sean, sepan aceptar a sus compañeros en la riqueza de la diversidad humana, sin duda que les estaremos entregando un mejor mundo.
Sofía Salas Ibarra
Programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana Universidad Diego Portales