La narrativa de Enrique Vila-Matas ha girado, a la vez, angustiosa, alegre y exitosamente (en la mayoría de los casos) en busca de la fuentes de la creatividad o de la no-creatividad, aquella energía inasible que, de pronto, falla, cesa de fluir, se estanca y abandona al artista a un vacío del cual muchos autores (de los que la narrativa de Vila-Matas se ha apropiado) no logran escapar. La historia de Kassel no invita a la lógica , se inserta dentro de ese esquema.
Un escritor catalán, pasado los setenta, es invitado por sus curadoras a participar en la documenta 13, muestra que se realiza en la ciudad alemana de Kassel cada cinco años y que reúne a la cima de la vanguardia en artes visuales. En el primer tercio de la historia, el escritor, que narra en primera persona, cuenta las razones que lo llevan a aceptar la invitación y, en los dos tercios restantes, relata sus peripecias en la semana que transcurre en Kassel, sobre todo, la manera en que su interacción con las obras que allí se exponen influye en su estado de ánimo, vitalidad y creatividad.
La estructura de la obra es bastante clara: una crónica, lineal en su temporalidad y bastante focalizada en el núcleo del tema, una estructura se diría, sencilla y hasta convencional y poco innovativa. Ese rasgo -en apariencia inconsistente con el asunto del argumento- es, no obstante, una gran ventaja porque deja espacio para que aflore y se luzca el narrador, el gran fuerte de esta obra: un narrador simpático, divertido, reflexivo que, con naturalidad y sin prejuicio, a partir de su propia ignorancia y perplejidad acerca de los artistas y el arte que se expone en Kassel, ignorancia que muchos lectores comparten, lleva a cabo una feliz y fina revisión del arte contemporáneo y de las posibilidades y virtualidad de establecer auténticas vanguardias hoy, de la vigencia de la búsqueda de "lo nuevo" no solo en las artes visuales sino también en la literatura.
El narrador de esta novela, que concuerda cómodamente con la figura del autor, se gana rápidamente la confianza del lector por su sinceridad y cercanía. La invitación que recibe de las huidizas y tiránicas curadoras lo atrae y lo complica: lo atrae el prestigio de la documenta, la curiosidad por conocer artistas y obras que algunos amigos le recomiendan como imperdibles y, sobre todo, la ilusión de hallar allí "lo nuevo" que impulse su propia obra; lo espanta su terrible bipolaridad que lo fuerza a descender matemáticamente desde mañanas eufóricas a atardeceres y noches de enorme angustia y melancolía y, en particular, el papel que las curadoras le han asignado en la documenta: permanecer como "escritor residente", en un modesto restaurante chino ubicado a las afueras de la ciudad.
En su residencia en Kassel, al final de cuenta, el escritor-narrador se dedica esencialmente a pasear por la ciudad, visitar algunas de las principales "instalaciones" (la forma por excelencia de "la vanguardia" del arte contemporáneo) y a intentar un diálogo con las organizadoras de la documenta (los datos corresponden con fidelidad a la documenta que se llevó a cabo entre el 9 de junio y el 19 de septiembre del 2012). Hay en Kassel no invita a la lógica , sin duda, un contraste irónico, sin llegar al sarcasmo, entre el "lenguaje especializado" y la manera en que este se aproxima a la obra de arte actual (con un innegable hermetismo), de un lado, con la mirada y el discurso que un extraño logra experimentar y expresar, del otro. Desde su observatorio (que a pesar de su inicial rechazo resulta ser el restaurante chino) y gracias al contacto con la atmósfera general de Kassel (que no invita a la lógica) y, sobre todo, la contemplación de algunas obras que lo conmueven, el narrador, ante que nada y de una manera inexplicable, cae en una euforia permanente que elimina sus angustias y melancolías crepusculares y nocturnas y adhiere, con entusiasmo casi exagerado, al arte de vanguardia.
La novela de Vila-Matas es ligera, simpática e, incluso, didáctica. El personaje del escritor, con sus mañas y vacilaciones, se encuentra perfectamente construido y la prosa es de gran calidad, en su precisión, claridad y llaneza. A diferencia de Aire de Dylan , su anterior y disparatada novela, la contención y falta de pretensión de los distintos elementos de esta novela permiten al lector apreciar otra vez su gran sentido del humor (por ejemplo, el episodio de la conferencia improvisada) y su imaginación. En Kassel no invita a lógica , de manera sobria, silenciosa, casi invisible, Vila-Matas emplea una imaginación auténticamente innovadora. Esa es quizás la lección de Kassel, expuesta por el autor al iniciar la novela: "Cuanto más de vanguardia es un autor, menos puede permitirse caer bajo ese calificativo".
El narrador de esta novela, que concuerda cómodamente con la figura del autor, se gana rápidamente la confianza del lector por su sinceridad y cercanía.
Kassel no invita a la lógica
Enrique Vila-Matas
Seix Barral, Madrid, 2014, 304 páginas, $19.900. Novela
ENRIQUE VILA-MATAS
Barcelona,1948.
Es autor de más de treinta obras. Se hizo conocido con Historia abreviada de la literatura portátil (1985), mezcla de ensayo y ficción. Ha publicado los libros de relatos Una casa para siempre (1986), Suicidios ejemplares (1991) e Hijos sin hijos (1993). Entre sus novelas se cuentan Lejos de Veracruz (1995), Extraña forma de vida (1997), El viaje vertical (1999), Bartleby y compañía (2001), El mal de Montano 2002), Dublinesca (2010) y Aire de Dylan (2012). Ha recibido el Premio Rómulo Gallego y el Premio Médicis.