Nicolás tiene dos papás, es el título de un cuento infantil en el que se muestra la realidad de las familias homoparentales, aquellas en que ambos padres son del mismo sexo.
Se ha planteado entonces el problema de si es correcto distribuir ese texto en los jardines infantiles de la Junji para que sean leídos a los niños.
Quienes se oponen a esa distribución sostienen que ese cuento normaliza la homosexualidad, suprimiendo todo juicio crítico en torno a ella. Las familias que están obligadas a llevar a sus niños a jardines de la Junji y que piensan que la práctica de la homosexualidad es un error moral, una forma de ejercer la sexualidad que tuerce y deforma la naturaleza, arriesgarían el peligro de que sus hijos sean educados a favor de un punto de vista que contradice sus creencias. Esas familias podrían sostener que, si bien las instituciones estatales pueden tener el control de los planes y contenidos educacionales, ello no puede alcanzar a aquellos contenidos relacionados con las creencias más íntimas, especialmente esas que se vinculan con lo que es moralmente correcto y lo que no, con las formas de vivir la sexualidad y cosas semejantes. La Iglesia Católica, que, luego de un amplio, extenso y meditado Sínodo y de una compleja y difícil discusión teológica, logró concluir que a los homosexuales había que "tratarlos con respeto", podría agregar que ello no incluye mostrar su realidad a los niños. De tolerarse esto, podría concluirse, la familia quedará despojada de todas las funciones formadoras que le corresponden.
¿Es correcto ese punto de vista?
No.
Es obvio que las familias tienen el derecho de educar a sus hijos en los valores que hayan escogido venerar. Está en la misma índole de ser padre enseñar a los hijos qué forma de vida es estimable y cuál no, cuál debe ser perseguida y cuál, en cambio, evitada. Hay un amplio campo de asuntos en los que los padres tienen el monopolio de lo que puede o no ser enseñado a sus hijos. Pero también es obvio que ese monopolio no alcanza a cualquier contenido. Y ello porque no basta que la familia promueva un valor o un punto de vista para que, en base a él, pueda oponerse a que se enseñe un determinado contenido a sus hijos. Las familias también creen cosas erróneas o incompatibles con los principios de una sociedad igualitaria. Por ejemplo, nadie, o muy pocos, aceptaría que una familia que cree que Dios hizo el mundo de un día para otro, se opusiera a que sus hijos leyeran un cuento donde se les explicara el big bang . Y es que si bien los padres tienen el derecho de decidir qué creencias se transmiten a sus hijos, ello no puede sostenerse respecto de cualquier creencia.
En otras palabras, los padres tienen derecho a elegir la educación que prefieren para sus hijos, sin duda, pero eso tiene una obvia limitación: no pueden oponerse a que la sociedad transmita a sus hijos los principios de tolerancia y no discriminación que conforman el coto vedado de una sociedad democrática.
Por ejemplo, la admisión sin cortapisas del derecho de los padres a educar a sus hijos no puede incluir la promoción de parte de una familia estalinista del culto a la dictadura, o de parte de una familia de nazis del rechazo a los judíos, o de parte de una familia atea del rechazo de la libertad religiosa. Si eso es así, ¿por qué entonces una familia podría oponerse a que sus hijos se enteraran de que la homosexualidad existe y que quienes la practican son personas provistas de la misma dignidad? ¿Acaso una sociedad que trata con respeto a todos sus miembros no debe enseñar ese mismo respeto a las nuevas generaciones y ello aunque contradiga las creencias de las familias? Nadie discutiría que se debe enseñar a los niños que todos los seres humanos son iguales, aunque haya familias que piensen que hay algunos que son intrínsecamente mejores que otros. Nadie tampoco discutiría que se debe enseñar a los niños que la discriminación es mala, aunque sus padres piensen que es buena y adecuada, ¿por qué, entonces, debiera admitirse que las familias pudieran oponerse a que los niños se enteraran de que hay familias homoparentales?
Enterarse de cuán plural es la realidad de los seres humanos y saber conducirse con respeto frente a ella es un objetivo valioso de cualquier educación, una forma de salir de la barbarie consistente en estigmatizar a algunos seres humanos en razón de la forma en que ejercen su sexualidad.