Este es un thriller en toda la línea, uno de esos que el cine argentino viene ensayando con una afición similar a la que tuvo en el filo de los 2000 por los melodramas amorosos. Es policial y es de suspenso, aunque en el sentido más convencional con que se suele entender esta palabra. En su centro hay un crimen, por supuesto. Pero también están las armas, el whisky, las fotos familiares, el reloj, los computadores, el teléfono móvil, todo lo que reúne la secuencia de créditos. Ya aparecerán los alrededores: los hombres violentos, la corrupción corporativa, la policía poco fiable, los asesinos por encargo, los indicios verdaderos y falsos, la nocturnidad y la culpa.
La novedad es que el crimen aún no se ha cometido. En el inicio, un tal Leandro instruye por chat a un sicario llamado Ricardo para que mate a una mujer en cinco días, con la condición adicional de que "sufra todo lo posible". La película es la historia de esos cinco días, que se inician en un punto indeterminado de la semana.
La víctima es María Teresa Maradei (Ariadna Gil, testimonio de la coproducción española), jefa de personal de una agencia de aduanas, separada, sin la tuición de sus dos hijas, rechazada por su ex marido, solitaria y culposa. En las primeras secuencias María empieza a recibir las llamadas del sicario que le advierte que será asesinada.
Todo se vuelve sospechoso: las amenazas de un empleado despedido (Ariel di Croce), la irrupción del seductor Ezequiel (Gonzalo Valenzuela), la furia del ex marido Daniel (Mariano Caligaris), el rencor del jefe tramposo (Antonio Birabent), la intervención del comisario Fuster (Leonardo Sbaraglia). Y, junto con ello, las exigencias del sicario para que María confiese su pasado pecaminoso, que parece explicar la acumulación de furias (aunque la principal, la separación, queda en una brumosa duda).
Este es solo el esqueleto de la historia. Nada más se puede contar, porque tanto la paulatina revelación de los secretos de María y los sucesos que le ocurren constituyen la idea de suspenso sobre la que se construye la película. Hasta el título es equívoco: Sola contigo es al fin algo muy diferente de lo que sugiere.
El director Alberto Lecchi tiene una rara concepción del cine. Se mueve entre las más desenfadadas expectativas comerciales (Nueces para el amor fue su principal golpe en este plano) y unas pretensiones intelectuales a las que no parece renunciar, a pesar del tropiezo de la metafórica El juego de Arcibel, siempre con una visualidad más funcional que inspirada y un impresionante mal oído para el diálogo. Sola contigo se mueve en algún punto entre esas cintas, un territorio que se podría llamar el estilo sin estilo.
Si la prueba ácida para medir la solidez de una película es la segunda visión, esta no la pasa. En ese caso quedan a la vista sus costuras, sus trampas y sus engañifas. Es una cinta que confía en que la gente no ve las películas más de una vez. Capaz que tenga razón.
SOLA CONTIGODirección: Alberto Lecchi.
Con: Ariadna Gil, Leonardo Sbaraglia, Sabrina Garciarena, Gonzalo Valenzuela, Antonio Birabent, Hugo Astar.
100 minutos.