Una campaña electoral en la que se han discutido más los sondeos que las plataformas está más para videojuego que para elegir a un Presidente de la República, pero fue ese el curso que tomó. La comparación de los resultados de la primera vuelta con las estimaciones de las encuestas enseñó lo siguiente: los votos de Aécio Neves fueron superiores a la expectativa máxima y los de Dilma Rousseff estuvieron por debajo de la expectativa mínima. De ello resulta que no solo es imprudente decir quién está por delante, pero es arriesgado afirmar que el ganador será elegido por un pequeño margen.
Los electores prestan atención a las encuestas, pero votan con el corazón, la cabeza y la billetera. Si la percepción según la cual Dilma tiene el voto de los pobres tuviera alguna base, ella estaría elegida. Sin embargo, si se mira por el espejo retrovisor, nunca hubo ricos suficientes en Estados Unidos e Inglaterra para elegir a los conservadores Ronald Reagan y Margaret Tatcher.
Como mucha gente pensaba que el pueblo brasileño no sabía votar, el país fue gobernado por cinco generales elegidos sin ninguna participación popular. El último se fue dejando una inflación de 226% y una deuda externa de US$ 180.200 millones.
Los candidatos consiguen votos por lo que dicen y por lo que hacen. En 1994, Fernando Henrique Cardoso se dio cuenta de que había ganado las elecciones cuando una mujer alzó un billete de un real durante un mitin. Cuatro años después, incluso antes del colapso de la fantasía de que un real valía un dólar, fue reelegido porque los brasileños preferían permanecer en un Mercedes que embarcarse en la motocicleta de Lula.
En esta campaña, con la excepción del debate del domingo pasado, transmitido por el canal Record, los otros fueron de poca profundidad. En todos, los candidatos parecían aviones guiados a control remoto por los "marqueteros", buscando escenas para los programas de horario electoral. El viernes, el debate de Globo tendrá todo para ser educativo porque el juego de las expresiones será inútil.
La pelea que envuelve a Dilma Rousseff y Aécio Neves retumbó en ambos lados. Ambos sabían que tenían esqueletos en los armarios. Las críticas no son suficientes para explicar el resultado que saldrá de las urnas. Mucho menos las teorías destinadas a descalificar los votos de quienes prevalecen. Lo que viene a continuación es un plebiscito para decidir si el Partido de los Trabajadores debe continuar en el gobierno o desaparecer.
Si la percepción según la cual Dilma tiene el voto de los pobres tuviera alguna base, ella estaría elegida.
Elio GaspariO Globo/Brasil/GDA