La situación por la que están atravesando los liceos emblemáticos nos sugiere que estamos en presencia de una élite dirigente que no tiene mayor aprecio por los aspectos más valiosos de nuestro sistema educacional. Parece haber renunciado a una reflexión profunda y se ha dejado llevar por una "ideología refundacional" sin apego a la evidencia empírica y sin disposición a evaluar los beneficios y costos de sus decisiones. Así, se ha perdido la capacidad de guiar a la opinión pública.

Este escaso aprecio por liceos como el Instituto Nacional o el Carmela Carvajal, entre otros, obedece a la creencia, no probada, de que estos no son un aporte efectivo al sistema educacional y que sus desempeños más bien obedecen a que seleccionan estudiantes que de todas maneras tendrían buenos resultados en otros liceos o colegios. Si se quiere promover una política que desincentive este tipo de establecimientos, debería realizarse un debate reflexivo capaz de proveer la evidencia que prueba esa afirmación. Pero ella no se ha aportado. La evidencia disponible -en publicaciones de amplia difusión- sugiere todo lo contrario. Así, por ejemplo, los estudiantes que van al Instituto Nacional obtienen casi 30 puntos más en la PSU que alumnos que no asisten a este liceo. Esta diferencia de puntajes puede ser la necesaria para acceder a una universidad o carrera selectiva. Se puede chequear, además, que en el 10 por ciento de puntajes superiores de la PSU solo un 14 por ciento de los estudiantes proviene de la educación municipal, a pesar de representar algo más del 40 por ciento de los que la rinden. Más del 80 por ciento de este grupo proviene de 12 liceos municipales, todos ellos emblemáticos. Si estos se debilitan, ¿podrá el país encontrar un vehículo de movilidad social equivalente y con similar relación de costo-efectividad?

Hay distintas fuentes de debilitamiento de estas experiencias educacionales. Las excesivas tomas, que lesionan el derecho de educación de sus estudiantes, son un factor. Pero seguramente más importante es el proyecto de ley que impide que estos liceos puedan seleccionar por el mérito académico de sus estudiantes. Para ello se arguye que ese mérito es solo resultado del capital cultural de las familias, pero un número significativo de los estudiantes de estos liceos proviene de entornos vulnerables y, por tanto, sus desempeños son fruto de esfuerzo y dedicación que no se pueden desconocer.

En lo inmediato ha desalentado esta tradición la apresurada y deficiente incorporación del ranking de notas que, en la práctica, ha significado elevar el peso de las notas en el sistema de admisión a las universidades. Como estos liceos son típicamente exigentes con sus evaluaciones, atendido su objetivo de preparar bien a sus estudiantes para las universidades, sus notas de enseñanza media respecto de los estudiantes de otros planteles, especialmente de la educación particular pagada, que es más "generosa" en su evaluación, son muy inferiores. Ello se ha traducido en que los estudiantes de estos liceos estén abandonando en tercero o cuarto medio sus aulas para obtener mejores notas en otros establecimientos y también un mejor puntaje ranking . Si este se diseñase mejor, el efecto negativo sobre los liceos emblemáticos se podría aminorar, pero mientras existan sistemas de evaluación muy distintos, dicho efecto no desaparece del todo. Esto es algo que el Consejo de Rectores ha tenido problemas para comprender y ha actuado apresuradamente modificando los criterios de admisión al sistema de educación superior, nuevamente sin estudios serios que los avalen y poniendo en riesgo importantes activos de nuestro sistema educacional. Es evidente que resulta lamentable la forma en que se están promoviendo los cambios en educación.