Estuve en la Comisión Desafíos del Futuro del Senado mientras principales líderes en ciencia y tecnología hablaban ante los senadores Guido Girardi, el presidente, y el senador Jaime Orpis. Faltaba la voz carraspeada de Juan Asenjo, presidente de la Academia de Ciencias, pero la reemplazó la de su colega, Enrique Tirapegui. Hablaban de prioridades. También de plata.
Las cabezas, gachas. El presupuesto 2015 que, en promedio, tenía un alza de 9,8% en relación con 2014, inyectaba solo un 3,8% más para ciencia, tecnología e innovación.
Esa minialza es, sin embargo, gracias a fondos que administrará el Ministerio de Economía, mientras que partidas que administran el Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica sufren caídas.
Observaba los rostros: cada uno, un orgullo para el país. Nombres, una vida entregada al descubrir.
Demasiado sabios para alzar la voz. Daban sus posturas. Pero, en el fondo, parecían hablar como ya condenados.
"Nuestros jóvenes están desmoralizados", dijo de repente uno, Jorge Babul, presidente de las Sociedades Científicas de Chile.
El nuevo presidente de Conicyt, Francisco Brieva, habló de la inversión que se necesita para que el país acoja a los entre 800 y 1.000 graduados de becas en el extranjero que ya están comenzando a llegar.
"¿Cómo aprovechar su ímpetu? ¡Qué oportunidad!", dijo Cecilia Hidalgo.
Los vicerrectores de investigación de las universidades de Chile y Católica, investigadores ambos, no defendieron la causa de sus propios institutos. Se veían desolados porque uno de los proyectos mejor evaluados del país, la Iniciativa Científica Milenio, había perdido un 10% de su presupuesto.
De repente, me separé de la realidad, como si estuviera viendo una película muda. Había escuchado tantas veces a los científicos pedirles a los presidentes que cumplieran sus promesas de elevar la inversión en ciencias. Ninguno cumplió con todo lo que prometió, pero nunca había visto esta situación de desolación, de sentirse tan incomprendidos en su camino de descubrir para el país.
Los senadores escuchaban.
La única vez que logramos algo, dijo Jorge Babul, fue cuando los científicos salimos con delantales blancos a la calle.
Uno de los ítems que Hacienda borró fueel de los fondos para crear puentes entre los científicos y la ciudadanía. ¿Cómo va el chileno y la chilena a apreciar la ciencia, estar dispuestos a soltar fondos para que ella crezca si no le llega? Al programa Explora, alma de la Semana Nacional de la Ciencia, se le congelaron los fondos.
Falta un Proyecto para Chile, dijo el senador Girardi. No se trata de pelear un presupuesto para la ciencia, continuó. El tema, la ciencia, no está en el corazón de las autoridades. ¿Para qué hacer ciencia si no tenemos un proyecto país?
El senador Orpis tiró líneas para ilustrar a la Comisión de Hacienda cuando se discutiera el presupuesto de ciencias. A estas alturas, la suerte está echada.
Pero sin gozo, sin ilusión. Escudriñaré la cara de Jorge Babul.
Tal vez la Comisión Desafíos del Futuro logre instalar la conversación, el proyecto país, la ciencia indispensable.