A Gabriela Mistral le preguntaron alguna vez por qué no vivía en Chile, y ella dijo, porque en Chile sería la "Gaby" no más. Es el problema de "El Choclo", en cualquier país desarrollado le habrían dado una medalla por servicios a su país, acá preferimos dárselas a Alan García que nos demandó ante La Haya. Por eso, acá es 'El Choclo' no más.
No conozco al personaje mayormente, pero sí conozco algunas de sus buenas obras. Coincidí con él trabajando, en "Escuelas para Chile", el proyecto posterremoto que llevó a cabo la Teletón para reconstruir colegios en el sur. Él y otros ciudadanos dedicaron casi un año de sus vidas a tratar de hacer de nuestro país un lugar mejor donde vivir. Desde la distancia, me cayó bien al tiro, era de la U y del Saint George, lo que inmediatamente me genera confianza, nunca se daba aires, trabajaba igual que el resto, tenía un sentido común poco habitual y una sencillez de esas con las que uno se cruza pocas veces en la vida.
Cuentan sus compañeros que al colegio el Choclo fue a comer membrillo, brillaba en los recreos y en el fútbol, pero desteñía en las aulas. Si no es por el Father Whelan (el cura de la película "Machuca"), todavía estaría en el colegio. Pero Whelan no era leso, algo le vio al colorín. Lo hacía estudiar en su oficina para que mejorara sus notas y saliera del colegio.
'El Choclo' le respondió a Whelan, y devolvió el ciento por uno. Creó empresas donde no había nada; ha donado plata para callado a cuanto compañero, amigo y conocido en problemas se ha cruzado en su camino; ha dedicado su escaso e invaluable tiempo a la Teletón; él y sus empresas han pagado más impuestos de lo que han pagado la suma de sus acusadores juntos, pero ahora él está en el banquillo.
Es Gulliver amarrado por los liliputenses, están felices de perseguirlo por no sumarse a su cruzada contra el éxito. Las boletas de terceros -familiares o no- parecieran ser un recurso utilizado por la política desde siempre y nunca han sido delito, sino que se han castigado como gasto rechazado con 35% de impuestos. Aceptar facturas de publicidad, que los políticos de todos los colores ofrecen para financiar campañas, ahora resulta inaceptable, son "palomas" envenenadas que quedan latentes hasta que se activan para seguir distrayendo a la opinión pública de la crisis económica autoinfligida que se incuba.
Por eso es que a mí esto de la "falsificación ideológica" me suena más a falsa ideología que otra cosa.
Voltaire decía que si a usted lo pueden convencer de creer idioteces, lo pueden convencer de cometer atrocidades. Si usted cree que realizar gastos no necesarios para producir la renta es un delito de "falsificación ideológica", entonces hágase ver porque es candidato a sumarse a esa lista que integran Beria, Torquemada, y Himmler.
Por eso un genio como Nicanor Parra en su obra/instalación "El pago de Chile", muestra a todos los Presidentes de Chile ahorcados. Así tratamos a los que sirven al resto. Con ingratitud. No hay que cuidar a los exitosos, la idea es botar a los gigantes, impedir que toquen el cielo, no vaya a ser que nos contagiemos y todos queramos hacer lo mismo.
Hay chilenos que envidian el éxito porque no conocen el sacrificio que requiere. Muchos tratan y pocos lo logran. De cada 10 empresas nuevas, solo una sobrevive después de dos años. Crear empresas, riqueza y empleo es muy difícil, tener éxito supone muchos fracasos previos.
La historia empresarial de "El Choclo" y de muchos otros es de varios fracasos antes del éxito, pero eso no importa. En el Chile actual, el éxito de algunos es un espejo en el cual muchos chilenos no quieren mirarse, porque refleja envidia y resentimiento, por eso hay que perseguirlo.
A Chile parece incomodarle el éxito de sus hijos, y por eso la Gaby se fue. "El Choclo" cometió el grave error de quedarse a hacer patria, pero ese concepto cada vez se parece más a una "falsificación ideológica".