Este documental comienza con un recurso parecido al que utiliza Mauchos (2011) en su reconstrucción de la tragedia de Constitución: el locutor, dueño y operador de una radio local que comunica las mínimas contingencias del día. Hasta ahí la similitud, porque Bernardo Riquelme, propietario de la porfiada 105.7 de Palena, pasa a ser, junto con otras dos familias locales, uno de los articuladores de esta exploración en la tragedia de Chaitén.
Quien encabeza la aventura es el director de origen búlgaro Iván Tziboulka, que recuerda que en su infancia en la posguerra europea lo impresionó el entusiasmo de la gente por reconstruir las ciudades devastadas. Esta es la pregunta central de la película: ¿por qué siempre queremos volver y reconstruir?
Tziboulka la formula desde su larga experiencia personal, pero también desde las casi tres décadas que ha vivido en Chile, donde ha sido editor, fotógrafo y guionista de las series Al sur del mundo, de Francisco Gedda, y Los patiperros, de Cristián Leighton. Estas son grandes credenciales, porque ya es hora de reivindicar a Gedda y Leighton como los grandes motores del documental etnográfico chileno moderno, a pesar de los anatemas que suelen lanzarse sobre sus dos soportes principales, la televisión y el periodismo.
Tras la erupción del volcán Chaitén, el 2 de mayo de 2008, Tziboulka y el productor Pablo Rosenblatt advirtieron lo dolorosa que sería la experiencia de la emigración forzada de los habitantes del pueblo arrasado por las cenizas y la violenta crecida del río Blanco. Nadie murió en el cataclismo, pero el Gobierno ordenó la evacuación de los 7.000 habitantes y los reubicó en diversas localidades de Puerto Montt, Achao, Palena, La Junta.
Tziboulka y Rosenblatt eligieron a tres familias, la de Riquelme y Jenny Barrientos, la del pescador Luis Cárdenas y María Fernández, y la de su colega José Ascencio y Carmen Barrientos, y las siguieron desde 2008 hasta 2012, buscando no solo los efectos físicos del desastre, sino sobre todo los de una geología más profunda y secreta: la trizadura de los afectos y los proyectos comunes. Allí es donde, con delicadeza ejemplar, sin intrusión, incluso con timidez, el documental deposita su tristeza más profunda, la dolorosa lección que extrae la adolescente Amalia: "Nada es para siempre".
A la pasada, la película produce una carambola política, mostrando a dos gobiernos desorientados por el fenómeno de Chaitén: el último año de Michelle Bachelet, donde el consejo "experto" se impone para no reconstruir el pueblo, y el primero de Sebastián Piñera, que cede a la presión "pionera" y restablece los servicios en la parte menos peligrosa. Cierto rumor sobre la calidad de esas decisiones políticas se cuela por entre la neutralidad de las imágenes.
Al fondo, la fumarola del volcán permanece activa, indiferente a tales veleidades, como testimonio de la lucha entre esas dos fuerzas inmensas, la destrucción y la no menos incomprensible voluntad de reconstrucción.
Vecinos del volcán
Dirección: Iván Tziboulka.
Con: Bernardo Riquelme, Jenny Barrientos, José Ascencio, Carmen Barrientos, Luis Cárdenas, María Fernández.
107 minutos.