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Editorial
Miércoles 01 de octubre de 2014
Rezago en reunificación alemana
A pesar de que se han transferido dos billones de euros desde el oeste al este desde los años noventa, los habitantes de la antigua Alemania oriental no logran alcanzar el nivel económico de sus hermanos, y se estima que difícilmente puedan dejar de percibir los subsidios que deberían terminarse en 2019...
Cuando se van a cumplir 25 años de la caída del Muro de Berlín, y el 24º aniversario de la reunificación germana, se aprecia un rezago, una marcada diferencia en el desarrollo de ambos lados de la antigua alambrada. La reunificación ha resultado más complicada de lo que se estimó en un comienzo, en parte porque la adaptación de los habitantes al modo de vida occidental, especialmente al sistema de trabajo, no ha sido todo lo exitosa que se esperaba. Una mentalidad orientada al trabajo no fue suficiente, en estos años, para equiparar en la ex RDA la productividad y la competitividad laboral de la Alemania Occidental.
A pesar de que se han transferido dos billones de euros desde el oeste al este desde los años noventa, los habitantes de la antigua Alemania oriental no logran alcanzar el nivel económico de sus hermanos, y se estima que difícilmente puedan dejar de percibir los subsidios que deberían terminarse en 2019. Entre 1995 y 2013, la economía de la ex RDA creció 20 por ciento, mientras la del oeste, 27 por ciento. El desempleo en el este es del 10 por ciento, comparado con el 6 por ciento en el oeste; el ingreso per cápita se ha doblado desde la reunificación, pero sigue siendo el 67 por ciento del que perciben los alemanes occidentales.
La experiencia de Alemania es inédita, y no puede compararse con otros casos de reunificación (como la de Yemen, por ejemplo) o con transiciones de un sistema comunista a uno de libre mercado. Una economía fuerte como ya lo era la República Federal en los primeros años de la década del noventa pudo hacerse cargo de las necesidades, y las cuentas, de los laender y sus habitantes, que vivieron años bajo el régimen totalitario. Desde el comienzo se hicieron enormes inversiones públicas en infraestructura, lo que se esperaba echara a andar una maquinaria productiva; sin embargo, ese objetivo fue imposible debido básicamente a que todo el sector industrial era obsoleto. Las privatizaciones terminaron en cierres de enormes empresas -con miles de trabajadores que dispararon los índices de desempleo en su momento- que no fueron reemplazadas por otras, lo que produjo emigración de trabajadores, fenómeno que no se ha detenido.
Lentamente se han ido formando nuevas compañías, de menor tamaño, ninguna de ellas en el listado del DAX, el índice bursátil alemán, donde están las más importantes empresas. Y en este contexto, de menor competitividad y productividad del este, el gobierno está impulsando una política industrial para fortalecer ciertos polos de crecimiento que se han ido formando en la región, y ha anunciado créditos especiales para promover la innovación en industrias nuevas o en expansión que tengan en la mira exportar sus productos.
Según una reciente encuesta en la ex RDA, mientras el 75 por ciento de los alemanes del este (en su conjunto) están contentos con la reunificación, porque les dio libertad política, para viajar, mejores oportunidades económicas y para avanzar en la carrera laboral, entre los menores de 29 años ese nivel de satisfacción alcanza al 96 por ciento. El 19 por ciento prefiere el sistema comunista.
Quizás el rezago del este pueda ser superado por las próximas generaciones, cuando se diluya la influencia cultural de los grupos etarios mayores que, además de recibir enormes pensiones, no lograron adaptarse al sistema de libre mercado, que les exige creatividad, iniciativa y espíritu de emprendimiento, lo que estaba coaccionado en la antigua Alemania comunista, donde el Estado tomaba las decisiones por sus ciudadanos.