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Editorial
Lunes 29 de septiembre de 2014
Brasil: la elección sigue abierta
El desenlace presidencial de Brasil no es indiferente para Chile. Tanto Marina como Neves son críticos de la gestión internacional de Dilma: acusan la captura de su política exterior por los intereses ideológicos del PT, lejos del pragmatismo que caracterizó a la diplomacia brasileña...
La campaña de Rousseff ha consistido en atacar a Silva mediante la "estrategia del miedo". Se atemoriza al electorado con rumores de la suspensión por Marina Silva de los programas sociales, en particular de la bolsa de familia, que reciben millones de brasileños en situación de pobreza. También se les atemoriza con la ingobernabilidad, por estimarse que su partido no elegirá más del 10% del Congreso. Además, se le imputa incoherencia por sus críticas a los partidos políticos, habiendo sido militante del PT por 25 años; se le encara que su ambientalismo obstaculizaría la construcción de centrales eléctricas y la explotación petrolera, claves para solucionar la demanda energética y el financiamiento de los programas sociales, y se le reprocha su dependencia del sector bancario por su promoción de la autonomía del Banco Central.
Silva, que ha tenido un espectacular ascenso tras la muerte el mes pasado de Eduardo Campos, ha respondido: "Presidenta Dilma, quédese tranquila, que no recibirá el mismo trato que usted me da. No voy agredir a una mujer. Ofrezco la otra mejilla". Sostiene que las acusaciones en su contra son burdas mentiras y, en su continua mención de parábolas bíblicas, reclama ser blanco "de un batallón de Goliat en contra de David". Frente a la campaña de destrucción de su imagen, ha reaccionado victimizándose, exhibiendo su historia personal de superación de la extrema pobreza, apelando a su integridad moral y denunciando los escándalos de corrupción del gobierno, en particular los de Petrobras, en cuya dirección superior participó Dilma. Ha sido dura en las críticas a los partidos y sus dirigentes. Ofrece una nueva política que pondría fin a la "vieja política de pactos y corrupciones". Ha reprochado la incompetencia del partido gobernante por haber conducido al país al estancamiento económico y al derroche de la potencialidad de Brasil.
La decisiva segunda vuelta
Aécio Neves, el tercer candidato según las encuestas, repuntó en las últimas semanas y también las ha emprendido contra Marina. El tiempo disponible no lo acompaña: no logra sobrepasar el 19% en las encuestas. Las candidatas superan el 33%, aventajando Dilma tras un leve y reciente descenso de Marina. El ex Presidente Cardoso, de gran influencia en el partido de Neves, se ha opuesto a las críticas a Marina y aconseja que "la artillería pesada debe concentrase en el PT y, por tanto, en Dilma".
En la decisiva segunda vuelta, muchos suponen que Marina capitalizaría la mayoría de la votación de Neves, y consideran posible que parte del electorado de Rousseff vote por Marina. Otros, en cambio, creen que el electorado preferirá finalmente a Dilma por ser una gobernante experimentada, mientras Marina podría ser impredecible. Hay coincidencia en que la elección sigue abierta y en que la violencia verbal se agudizará en la segunda vuelta. Habrá que esperar hasta el 26 de octubre para saber quién será la Presidenta.
El desenlace presidencial de Brasil no es indiferente para Chile. Tanto Marina como Neves son críticos de la gestión internacional de Dilma: acusan la captura de su política exterior por los intereses ideológicos del PT, lejos del pragmatismo que caracterizó a la diplomacia brasileña. Especial frustración plantean ante su inclinación por Mercosur y Unasur, que preferiría alianzas con gobiernos populistas a convenios con países moderados y la Unión Europea. Así, la derrota de Rousseff podría significar un giro de la diplomacia brasileña, que si viene acompañada de señales de liberalizaciones comerciales, favorecería su mayor incorporación a la economía global.
Relaciones con Chile y la región
En realidad, el anunciado estrechamiento de los lazos del gobierno de la Presidenta Bachelet con Brasil, y su intento de convergencia entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, en la práctica, no resultan más que buenos deseos y publicidad, por la preferencia del gobierno de Dilma a jugar un rol de potencia mundial, distante de la región; por su compromiso excluyente con Unasur y Mercosur, y por el proteccionismo de Brasil. Más que la buena disposición de Chile, importa la voluntad de Brasil de acercarse a Chile y a la región y abrir su economía. Si se restan las exportaciones de cobre, que son la mayoría de los envíos nacionales a Brasil, el saldo comercial es ampliamente deficitario para nuestro país: las exportaciones chilenas son menos de la mitad de las importaciones provenientes de ese país y muy cercanas a las exportaciones nacionales a Perú, con un PIB alrededor de 12 veces inferior al de Brasil.
Pero las restricciones comerciales brasileñas no han sido obstáculo para que ese país sea el primer destino de las inversiones chilenas en el exterior y, a la vez, para que las grandes empresas brasileñas se instalen en Chile. Brasil es el país con mayor y más creciente intercambio de inversiones binacionales para Chile, que pronto podrían alcanzar los 20 mil millones de dólares. Mientras los vínculos oficiales no han vuelto a lo que fueron en décadas pasadas, las relaciones del sector privado se fortalecen sostenidamente.
Hace más de tres décadas que se reclama por el desinterés diplomático de Brasil por Chile y la región y su preferencia por las potencias mundiales. La desatención por Chile se remarcó una vez que ya no consideró a Argentina como competencia.
Un mayor acercamiento de Brasil a la región, dada su asimetría con los demás países de Centro y Sudamérica, validaría la sentencia de que "donde va Brasil va Latinoamérica".